I LOVE
YOU, UMBRELLA
Apuntan los pronósticos que pronto
el tiempo será azul y que las flores
llenarán de color la primavera.
Ya era hora, me digo satisfecho.
Llevo todo el invierno con paraguas,
mojándome y manchando todo el suelo
cuando vuelvo a mi casa de la calle.
Mi paraguas ya es viejo, mas me guarda
de la lluvia, del viento, de la nieve;
pero ya no me sirve: se ha oxidado
y se cala también cuando hay hostigo,
cierran mal las varillas y se doblan
si el viento se enfurruña y sopla fuerte.
Me da pena privarme del ajuste
que hacía su empuñadura con mi mano
(dos amantes haciéndose arrumacos),
a pesar de que a veces me impedía
contemplar la dulzura de la nieve
cuando cae mansamente desde el cielo.
Ha sido siempre fiel y es lo importante,
pues nunca se ha olvidado de taparme.
(He esperado con ansia tantas cosas
que no han llegado a tiempo
y me han dejado solo, a la intemperie…)
El paraguas me ha sido un fiel amante
y puedo asegurar, sin duda alguna,
que me ha dado su amor hasta la muerte,
aunque hoy descanse en una humilde tumba
y yo llore su ausencia y su descanso
en un contendor de la basura.
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