DE VITA BEATA (Sobre la vida feliz)
La pregunta del millón, para Séneca, autor de
esta obra, y para cualquiera que pare el paso de esta vida atolondrada y se
detenga a pensar un poco en el sentido de la misma.
Otra vez entre las páginas de los estoicos,
entrañándome en ellas, con el fin de encender alguna luz que me ilumine y me dé
algo más de claridad en mis pensamientos. Y qué difícil me resulta encender
siquiera una vela.
Creo que, reconociendo implícitamente que lo que
existe son estados de felicidad, más que la meta de la felicidad definitiva,
Séneca analiza el camino y las posibilidades de acercarse a esos momentos. No
es poco, si tuviera razón.
Hasta en las consideraciones filosóficas dudo de si
no son consecuencia de los tiempos y de los lugares en los que se idean, y de
si no habrá que repensarlas según los momentos históricos posteriores. El
filósofo de origen español vivió los avatares de la Roma del s. I d C, y eso
perfila todo lo que analiza y piensa: riquezas, emperadores, sociedad romana,
esclavos y libres…
A pesar de todo, un buen manojo de sus
pensamientos tiene vigencia en nuestros días y a ellos se puede volver, para
asentir o para disentir. Como ocurre con cualquier razonamiento estoico, la
bondad se asoma más por la resta que por la suma, por lo poco que por lo mucho,
por la templanza que por la ira, por el sosiego que por el impulso, por el
ajuste que por el desajuste, por la razón que por el instinto.
Su mirada se fija más en el individuo que en la
comunidad: “Indaguemos, por consiguiente,
qué es lo mejor que se puede hacer, no qué lo más usual, y qué nos pone en
posesión de la dicha sin fin, no qué ha aprobado el vulgo, pésimo intérprete de
la realidad”. (n. 5).
Todo lo que sea aproximación a la naturaleza,
como conjunto de ideas y elementos que ordenan la realidad, nos acerca a la
vida feliz. Por eso las siguientes palabras:
“La que se conforma a su naturaleza es entonces la vida feliz, que no puede
darse de otra forma que si, primero, la mente está cuerda y en perpetua
posesión de esa cordura, después si es enérgica y apasionada, como también
perfectamente paciente, adaptada a las circunstancias (…), sin angustiarse (…),
dispuesta a servirse de los dones de la naturaleza, no a depender de ellos”.
(n. 2).
En esa situación, seremos virtuosos y dominadores
de los placeres: “Entregar la virtud, la
más insigne señora, como esclava del placer, solo cabe en la mentalidad del que
es incapaz de nada grande. Que la virtud marche la primera, que lleve estas
enseñas: tendremos, con todo, placer, pero seremos sus dueños y moderadores;
algo obtendrá de nosotros con sus súplicas, a nada nos forzará. Por el
contrario, los que han entregado la primacía al placer, se han privado de lo uno
y de lo otro; pues renuncian a la virtud, por lo demás, no dominan ellos al
placer, sino a ellos el placer, por cuya ausencia se atormentan o bien por su
abundancia se asfixian, infelices si los abandona, más infelices si los
aplasta”. (n. 3).
Y aún una idea más. Se refiere a la posesión y al
uso de las riquezas. Séneca no renuncia a ellas (fue muy criticado por ello), pero sí regula su uso: “Entonces, ¿qué diferencia hay entre tú, el
sabio y yo, el necio, si ambos queremos poseer?, le preguntan. Y responde: “Muchísimas: pues las riquezas en casa del
sabio están al servicio, en casa del necio, al mando; el sabio nada permite a
las riquezas, a vosotros las riquezas, todo; vosotros, como si alguien os
hubiera garantizado su posesión de por vida, os habituáis y apegáis a ellas, el
sabio medita sobre la pobreza precisamente cuando está rodeado de riquezas”.
(n. 6).
Mucho habría que perfilar los conceptos de comunidad, de virtud y de riquezas. Y
mucho más los contextos temporales y espaciales de Séneca y los nuestros. Pero
estas ideas se nos proponen para su análisis y para su consideración. A mí, por
supuesto, me sirven para mucho. Cada día y cada hora.
1 comentario:
Todo el que indaga en el ser y el comportamiento humano merece la pena.
Publicar un comentario