SOCIALISMO Y RELIGIÓN
Que la
práctica religiosa decrece resulta evidente. No sé si sucede lo mismo con la
religión y con los principios religiosos (que no son la misma cosa). Resultará muy interesante echar
cuentas con lo que sucede en medio de la pandemia y cuando salgamos de ella, si
es que lo hacemos algún día. También sería muy revelador que los más sesudos
dedicaran tiempo y esfuerzo en describir cuál ha sido y sigue siendo la
respuesta de la Iglesia, como institución y como cuerpo de doctrina, ante esta
situación excepcional. Mientras tanto, cada cual puede hacerse su composición
de lugar atendiendo a sus propios razonamientos y a las prácticas que haya
observado a su alrededor.
A menudo
me pregunto por las diferencias y por las semejanzas entre religiones e
ideologías. Y, con frecuencia, vengo en concluir que alguna ideología se semeja
bastante a alguna de las religiones. Tal es el caso, por ejemplo, del
socialismo democrático y de la religión cristiana. El socialismo democrático es
algo así como un cristianismo laico, con un fin parecido, pero con una base y
alguna práctica muy diferentes. ¿O no son comunes el amor al humilde, al débil,
a la igualdad de oportunidades real, a la contemplación del todo como bien
común, al deseo de un acuerdo entre todos para un mejor bienestar, al derecho
de todos a la felicidad, a considerar a cualquier otro como un semejante y un
hermano…?
¿Cuáles
son, entonces, las grandes diferencias? Creo que la más importante es el foco
del que se parte, que irradia y da fuerza y luz para desarrollar la práctica.
Mientras que el cristianismo pide y exige la justicia y la ayuda al más
necesitado en nombre de la piedad, el socialismo democrático lo hace en nombre
de la justicia. El desarrollo de estos dos conceptos nos aboca a dos caminos
muy diferentes: la religión se mueve en los territorios de la fe y de la piedad,
y esta excede al ser humano, pues, aunque se quiera, no puede ser universal, ya
que solo abarca al que haya recibido ese don. En cambio, la justicia se apoya
en la razón, y esta es una cualidad que sí afecta a todo ser humano, pues TODOS
poseen ese don y la capacidad de su desarrollo. Por si esto fuera poco, la
religión coloca esa felicidad en otro supuesto mundo, lejos de este ‘valle de lágrimas’;
mientras que el socialismo las sitúa en la realidad diaria de este mundo.
¿Incorporan
la fe y la piedad algunos elementos de razón? ¿Incorporan la justicia y la
razón parte de fe? Ahí está la Historia y está el desarrollo de los
acontecimientos para valorarlos. Si la razón es limitada en su capacidad, ¿debe
mantenerse el pensamiento en esas limitaciones, o debe incorporar otras
posibilidades de conocimiento y de convivencia? Si la fe no se basa en la
razón, ¿no siente siquiera la necesidad de incorporar elementos de esta para
dignificar al ser humano? ¿Cuántos? ¿Cuáles? ¿Deben separarse del todo ambos
caminos? Cada vez que haya divergencias, ¿cuál de ellos debe prevalecer?
Y en
este plan andamos, con fines comunes, pero con caminos paralelos, que no se dan
la mano con facilidad, que se miran de reojo y no se fían uno del otro y hasta
se enfrentan en luchas crueles.
Entretanto,
el ser humano sigue haciendo tiempo y espacio como buenamente puede: a veces
engañado; a veces engañándose a sí mismo, sabiendo que se está engañando; a
veces poniendo pie en pared y diciendo basta; y casi siempre perdido en un
abecedario que no termina de saber deletrear.
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