INCIERTO DESCONCIERTO
Me
siento en desconcierto y alineado con un comportamiento desigual La sociedad
sigue asustada, como yo lo estoy también. Pero la actividad sigue y nada se
para. La vida se renueva y hace paradas drásticas en muchas personas que no
saben de qué manera dar de lado a la muerte.
Pero,
mientras muchos salen y viven, se enfrentan a la vida y a los dolores de la
pandemia, yo me quedo en casa. Y quisiera ser también -al menos por un rato- el
sanitario de hospital o de centro de atención primaria, tendría que no estar
alejado de las enfermeras que acarician la piel de aquellos que no tienen otro
contacto humano, debería ser también otro docente tratando de ordenar en una
clase el empuje de la vida en los alumnos, o el conductor de un autobús del que
sube y baja gente, o ser viajero en el metro de una gran ciudad en hora punta,
o cuidador de una residencia de ancianos, o cajero de un supermercado, o acaso
camarero en un lugar en el que los clientes no atienden a razones, o…
Y, sin
embargo, estoy aquí encerrado, mirando cada día en mi terraza cómo amanece el
día y cómo dice adiós cuando anochece, saliendo casi a escondidas hacia algún
lugar distante en el que dar un paseo tranquilo al amparo del sol tibio,
mientras me llegan noticias de tantos casos dolorosos, de tantos sinsabores, de
tanta desesperanza. Hasta estoy enfadado por haber iniciado unas obras en casa,
en estos días confusos. Confieso que guardo las distancias, pero no ando seguro
ni por esas y hasta me tacho de imprudente por no haber sabido parar y dejarlo
todo hasta mejores días.
Por lo
demás, mis ratos pasan lentos entre páginas de tipo filosófico, mezcladas con
novelas y relatos más livianos, pespunteando palabras y párrafos que dejen
constancia de mis días y de mis horas; no sé, com alejado de la cruda realidad
del presente y tratando de dar cuerpo a aquel dicho que reza ojos que no ven, corazón que no siente.
Aunque
sé que me engaño porque quiero engañarme y así podría llegar a pensar que no
reconozco lo que sucede a mi alrededor y lejos de mí también. De ello se deriva
un como tufillo de mala conciencia que no sé cómo tornarla en sensación de
armonía y de tranquilidad.
Hoy he
deshojado un par de ensayos de Leibniz. Mónadas, metafísica y filosofía por
todas las esquinas. Y la muerte acechando en cualquier puerta. Y esa sensación
de miedo y de congoja en cada sitio. Y las cifras continuas engordando
estadísticas.
No tengo
muy buen cuerpo. A ver si la noche y el sueño me serenan y me animan a aceptar
lo diverso y, a pesar de todo, hermoso de la vida.
1 comentario:
La vida es hermosa y sabía, nos da oportunidad de vivirla según nuestro libre albedrío, hacemos bien en protegernos porque sabemos que somos población de riesgo, no te sientas por ello culpable, es una actitud responsable ante la propia vida y ante la vida de los demás...y si te das cuenta, no haces más cosas distintas de las que ya hacías,salvo
mirar al que no es conviviente con desconfianza.
Tampoco tienes que sentirte mal porque no ejerces una actividad de responsabilidad social, ya la has ejercido, y estás en tiempo meritorio de jubilación jubilosa. Sólo nos faltan los abrazos y los besos de los que queremos pero tenemos la suerte de que todos están y llegará el tiempo de recuperar la sonrisa y los besos que no damos. Yo me siento una privilegiada porque todavía no me ha tocado la muerte de cerca, digo en mi familia y allegados, aunque bien cerquita ha estado, y tenemos la obligación de resistir y poner al mal tiempo buena cara, y en la parte que a tí te toca...pues, seguir escribiendo como lo haces, haciéndonos reflexionar y disfrutar de tu lectura,estándo ahí responsablemente y guardando la sonrisa que nos merecemos cuando volvamos a vernos.
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