El sábado se presentaron en Béjar
dos libros que tienen la autoría de Luis García Jambrina y la aproximación a la
figura de Unamuno, Muertos SA y La doble muerte de Unamuno.
El primero recoge un conjunto de
cuentos y el segundo se acerca investigar la realidad de la muerte del rector
salmantino.
Acerca de la muerte de Unamuno se
han escrito muchas páginas; parece que casi todas con escaso rigor histórico. ¿Murió
Unamuno en su sillón, acodado en su mesa y al calor del brasero, o la visita muy
sospechosa de un falangista reconocido tuvo algo que ver con el final de sus días,
en forma tal vez de envenenamiento? Tal vez nunca se podrá conocer la verdadera
realidad, pero los tiros apuntan cada vez más hacia esta segunda y desgraciada hipótesis.
Por eso, la “doble” muerte de Unamuno.
El bando “nacional” bien supo
aprovecharse del asunto y enseguida trató de llevarlo a su terreno. Una buena
prueba fue la asistencia de muchos de ellos al entierro. Si desde el primer
momento se hubiera entendido el hecho como un asesinato y no se hubiera
ocultado, las repercusiones, tanto en los niveles nacionales como
internacionales, habrían sido muy grandes, y, acaso, los ánimos y hasta las
intervenciones de las naciones tal vez habrían sido diferentes. Son solo hipótesis,
pero tienen su lógica. Unamuno habría sido, entonces, el segundo gran mártir
intelectual de la guerra incivil. El otro es García Lorca. Si Unamuno ya es guía
y referente sin ese probable final trágico, su figura habría trascendido y se
habría convertido en un símbolo más potente con ese otro final: Un bel morir tutta una vita onora.
He dicho siempre -y así lo sigo
pensando- que los autores se honran o se deshonran por sus obras y a ellas hay
que acudir por encima de cualquier otro camino. Y he dicho también que Unamuno
me parece una persona y un personaje -difícil de deslindar uno de otro-
fascinante y desigual, que tan pronto me entusiasma como me desilusiona, pero
al que siempre acudo y nunca me deja indiferente.
¿Cuál es la verdadera muerte de Unamuno,
la tradicional o aquella hacia la que apuntan las últimas pesquisas? Sea cual
sea, yo seguiré acudiendo a la lectura y al pensamiento de El sentimiento trágico de la vida, de La agonía del cristianismo, de Vida
de don Quijote y Sancho, de Niebla,
de La tía Tula, de San Manuel Bueno, mártir, de En torno al casticismo… y de tantas otras
páginas. En ellas encuentro el refugio para enredarme en mis pensamientos, para
discutir con el autor, para aplaudirle, para entusiasmarme y para caer en el
desasosiego. En un vaivén continuo en el que “piensa el sentimiento y siente el
pensamiento”.
1 comentario:
En efecto, Antonio. Su verdadera muerte se produciría si dejáramos de leerlo. Él mismo, que dudaba de la vida eterna, quiso vivir en sus hijos y en sus libros. Honrémosle así
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