martes, 18 de octubre de 2022

DEL VERDE AL AMARILLO

DEL VERDE AL AMARILLO

La alquimia que combina la luz del sol y la presencia de la lluvia provoca la manifestación del arco iris. En él se dan cita los colores en toda su amplia gama y en él destella el cielo cuajando una corona de luz protectora que deslumbra a los que andamos a ras de tierra.

Pero no siempre es necesario tal acuerdo. La tierra y el cielo hacen su trabajo calladamente y guardan en su seno los colores. La naturaleza labora en silencio. Cuando llega la hora, nos los van enseñando y nos recuerdan que todos en conjunto vivimos vestidos según ha decidido la naturaleza en sus diversas estaciones.

Los sitios de sierra, mucho más que los de llanura, conocen muy bien la diferencia entre paisajes desnudos de invierno y paisajes vestidos en verano y otoño. Un día indefinido, algo se va colando desde el suelo, un airecillo fresco que encuentra cobijo por las noches y tarda en despedirse por el día, un regustillo olvidado en ponerse unas mangas de camisa, un sol que va achicando su camino por las horas del día y de la tarde… Y en sentido contrario en primavera.

Y, de pronto, la luz entre las hojas de los árboles. Aquel verde tan tierno que se asomó a la vida el mes de marzo y que se hizo más terso y generoso con los días de abril y mayo, fue calmando sus fuerzas y sus brillos, asentando su arrojo y su lujuria con los fuertes calores del verano. Por el camino fuer perdiendo empuje y dejando en el suelo el tributo de algunas hojas muertas, pero eran más la gracia de sus sombras y el placer y sabor de su frescura.

El verano lo aupó a las ramas de los árboles y lo alejó del suelo y su sequía. Allí vivió unos meses, altivo y engolado. Pero el verde ya no era el mismo: se había hecho más oscuro y enfrentaba la luz con menos brillo.

El otoño le hurtó horas de luz y el sol no fue ya rey tan poderoso. El verde se hizo pobre y habitó donde vive el amarillo. Las hojas fueron mucho menos fuertes y empezó la carencia de la sabia; eran pobres sedientos suspirando por un poco de luz y de calor. Como cansadas y con mal de altura, notaron el empuje del viento y con él decidieron bailar un baile por los aires. El fin de tanta danza reposaba en el suelo. Y el verde era ya carne de amarillo, vestimenta de luz y desencanto.

El ciclo está cumplido. Solo quedan los ocres más oscuros, últimos resistentes a rendirse a la fuerza del otoño. Todo es policromía en la paleta.

El suelo ha recogido todo el peso, toda la desnudez queda en las ramas, vigilantes perennes a la espera de un renacer de verdes primigenios en los meses de nueva primavera.

Del verde al amarillo, del amarillo al verde. En medio anda la vida; y en la vida, nosotros, partes del arco iris y de esas sensaciones que nos llevan por el túnel del tiempo y del espacio, conciencia de las cosas, creadores de tiempo, inventores continuos de la vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La naturaleza nos va regalando esos cambios que nos indican siempre ciclos de vida y muerte.