¿HÉROES O IMBÉCILES? 11-M
Se cumplen veinte años del atentado terrorista de
Atocha, el mayor de los cometidos en Europa en el siglo veintiuno. Las víctimas
y sus allegados siguen teniendo presentes las imágenes y los ecos del dolor en
sus conciencias. Los demás vamos espaciando las sensaciones y aflojando la
conciencia, diluyendo los hechos en toda la gama de sucesos que los tiempos han
ido produciendo y superponiendo a aquellos. Por eso tal vez, a medida que van
pasando los años, los actos de recuerdo se mantienen, pero las consideraciones
buscan aspectos alejados de las primeras sensaciones.
A mí hoy, veinte años después, se me antoja
reflexionar acerca del calificativo que debo emplear para aquellos que
cometieron tan execrables crímenes.
Desde luego, si cometieron crímenes, no puedo por
menos que llamarlos criminales, y, si sembraron terror, tengo que tildarlos de
terroristas.
Sentados tales adjetivos, conviene pensar cómo se
considerarían ellos a sí mismos. Pienso en los autores materiales, no en los
directamente imbéciles que les suministraron medios. Estoy convencido de que
ellos se sentían unos héroes, y que muchos los tendrían y los tendrán por tales.
¿Po qué estas consideraciones tan distintas por parte
de unas personas y de otras?
Los héroes son, por definición, escasos. Un número
excesivo de tales degradaría su consideración.
¿Por qué esa escasez? Porque responden a una suma de
cualidades que practican pocos. Un héroe responde a imposiciones externas y no
baraja en su conciencia ni los beneficios personales ni las pérdidas que le
indicaría la razón; sus acciones están iluminadas por alguna luz exterior que
inflama sus sentidos y lo lleva a la acción en nombre de algún ideal externo y
superior a él, sea este religioso o civil. Cunado desaparece la razón, actúa
solo el sentimiento y se anula la duda. No hay mala conciencia que valga y todo
se hace por un bien superior. Estamos en el territorio del fanatismo, donde
manda el instinto y no actúa la razón.
En ese territorio mental es en el que seguramente
actuaron estos terroristas. Y por ello, no puede extrañar que se valoren a sí
mismos como héroes ni que los que sean fanáticos los tengan en la misma
consideración.
No parece difícil deducir que son esas imposiciones
externas las que crean fanáticos de un tipo o de otro. Ni tampoco que los que
no se dejan llevar por esas imposiciones no los consideren héroes sino
imbéciles, o sea, sin báculo, sin apoyo mental, sin razonamientos, fanáticos y
dogmatizados…
¿De qué elementos externos estamos hablando? Que cada
cual cree su propia gama; pero entre los elementos sin duda tienen que
incluirse los elementos religiosos. Estos terroristas actuaban, además de por
venganza frente a imposiciones de Occidente (guerras, mentiras, dineros…) no en
el nombre de sus convencimientos racionales, sino en el acatamiento de
imposiciones y dogmas religiosos. Y, si no es Alá, será Yahvé, o cualquier otro
dios de los del Olimpo.
Hacer extensión y analogía de esta consideración abre
un abanico que dejo aquí solo en bosquejo y en apunte. Cada cual puede extraer
sus propias conclusiones y ampliar ejemplos.
La razón humana es muy débil, pero eliminarla es situarse en el dogma y
este corre el peligro de empujarnos a soluciones irracionales y catastróficas.
De modo que entiendo que para algunos estos
terroristas sean unos héroes (como lo eran los de ETA para otros). Para mí son,
los de Madrid y los de ETA, no héroes, sino unos pobres imbéciles.
N.B. A pesar de todo, siento vergüenza al ver que toda
la atención sigue puesta en el asunto de las mentiras del Gobierno (que existieron,
fueron lamentables y son imperdonables) y que apenas se atiende a la
consideración de los fallecidos, de las causas que provocaron tan lamentables
sucesos, de la ola de solidaridad y de las consecuencias que de todo ello podemos
extraer.
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