EL HERMOSO TRIBUTO DEL SILENCIO
Te vi venir como regalo envuelto
en caja de metal hecha de plata,
luciente y silenciosa, como el canto
que espera desnudarse del silencio,
y pensé si mi voz y mi palabra
no estropearían el halo y el misterio
de aquel momento lúcido.
Me refugié en mí mismo con el miedo
de quien se siente mudo de repente
y desconoce incluso el balbuceo
de la más académica palabra.
Quise dormirme entonces en los ecos
de tus susurros dulces. No sabía
que aquello era en ti misma la costumbre,
el hábito, el uso rutinario
de tu pasar sin ruido por la vida.
Entonces comprendí que mi silencio
era el tributo exacto, la derrama
para la puesta a punto de los bienes
en que fraguar con fe mis ilusiones.
Y aprendí a conocer y a ser más sabio,
a tachar de la historia muchas cosas
y a perecer en ti como hace el tiempo
sumergiéndose en brazos del olvido.
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