Ayer tuve lectura poética compartida con Felipe Comendador en Bizarte. Al final del recital una asistente expresó en público su satisfacción por lo que había oído pero también la necesidad que sentía de que todos nos fuéramos a tomar unos vinos juntos para cambiar el tono de amargura y de tristeza que había observado en muchos de nuestros versos.
Esta mañana me he echado otra vez al campo y me he anegado de densidad de otoño, entre brumas y lluvia, sobre caminos y senderos mullidos por las hojas y entre los ocres más intensos que imaginarse pueda. Una generosa parada, que no quiero detallar por no dar envidia, para reponer fuerzas -acaso incluso en el nivel de la gula- me ha prestado un nivel de satisfacción muy positivo.
Por la tarde, sentado cómodamente en mi sillón, el azar me ha deparado la satisfacción de poder ver de nuevo una película que me parece absolutamente modélica y que cabe en cualquier antología del cine, por muy rigurosa que esta sea. Se trata de “La vida es bella”, esa metáfora maravillosa de la vida, presentada en forma de comedia pero que esconde una tragedia casi infinita, resuelta siempre desde el optimismo y desde el amor. Cada vez que veo esta película río y lloro a partes iguales, y lo hago con una intensidad muy concentrada.
Para dar fondo al día, la tarde se ha puesto lluviosa, con una lluvia tierna y cadenciosa, que nos ha puesto una otoñada por estas sierras como para perderse en ellas y procurar no encontrarse.
Son tres o cuatro modos de presentar la vida que apuntan hacia la interpretación según diversos tonos de la misma.
Y me pregunto ahora qué merece la pena, si presentar tan solo la parte más amable de lo que vivimos o enseñar las aristas más cortantes de esa vida. Así, a primera vista, la solución es fácil. Viva la risa fácil y el caminar sencillo.
Sospecho, sin embargo, que no es así de obvio. Las imágenes duras nos animan a cambiar lo presente por un futuro nuevo y diferente, nos empujan a despertar del sueño placentero, a superar lo malo del momento. Y después…, después la mente se hace más fuerte y más segura, está mejor dispuesta para ascender un paso y un peldaño, la voluntad se aviva y acaso se espabila la modorra. El cuento más sencillo y palaciego tal vez nos aletarga si no sabemos ver en sus imágenes segundas intenciones, si solo nos quedamos en el nivel escaso y primerizo de la descripción.
No sé cuál puede ser el justo medio, la fórmula secreta que nos permita andar dando esquinazo al mundo y sus miserias pero sabiendo que nos estamos engañando. Y el engaño, por cierto, no puede durar siempre. Ni siquiera en la forma de película pues en “La vida es bella” alguna vez el niño con su madre han de reconocer que se ha quedado el padre en el intento, y que el cuento es el cuento hasta que nos despertamos o nos despiertan del sueño. Por más que en el final del recorrido, el soldado aliado rompiera su silencio ante aquel niño: “Hi boy. You are alone? What´s your name?” y pareciera que el sueño del cuento del cañón se había cumplido.
Vamos a hacer un canto por la vida, eso seguro. No sé si es el mejor el de olvidar por siempre que hay aspectos que aguardan sin excusa una mejora.
1 comentario:
Sigue perdiéndote por esa sierra que lava el alma, empápate de lluvia y colores y coge esa fuerza que necesitamos para superar el momento...es la única manera de hacer un canto por la vida.
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