Repaso estos días la poesía de Unamuno. A pesar de que creo haber leído muchos cientos de páginas salidas de su mente y de su egotismo, no había leído su obra poética completa: solo lo había hecho en forma de antología. Así es la vida y esa es la verdad.
Lo he hecho tal vez en orden invertido pues he comenzado por la obra más larga y a la vez postrera: “El Cancionero”. Es esta una obra en la que el autor va desgranando, en chispazos de conciencia y de vitalidad, su pensamiento y sus recuerdos. A mí, como el resto de la obra de Unamuno -tal vez de forma más visible aquí- me parece este un libro muy desigual; tan excelso en algunos de sus poemas como desechable en otros. También es la obra que hay que mirar, seguramente, con visión más panorámica, pues es el libro en conjunto el que adquiere un valor mayor, mucho más que cada una de sus partes.
Me da la impresión de que, durante unos años, el autor no quería que se fuera del papel ni la respiración. Por eso, son escasos los días que falta a la cita con la creación y, en muchas fechas, acumula varios poemas.
Casi siempre son poemas breves, que alcanzan el nivel de la poesía epigramática. La forma, en estrofas, en léxico y en imágenes, es también de tono popular querido y buscado. Las obsesiones temáticas, como no podían ser de otra manera, son las de siempre en su obra. Así, la muerte, la vida como sueño, el paisaje y su alma, la religiosidad y, para este período último de su Cancionero, una fe casi tradicionalista y acendradamente popular también.
En fin, genio y figura al por menor en sus poemas y al por mayor en su espíritu y en su sinceridad y egotismo. Sigue siendo uno de los autores que más pistas me sugiere, De hecho, siempre que leo un texto suyo, apunto en mis papeles numerosas notas, que luego me sirven para mis pensamientos.
Si me oyera y no se enfadara, le diría que, en este palo poético, me quedo con esa hondura serena de don Antonio Machado: me conquista con más fuerza, aunque con la misma curiosidad.
Como en la obra hay más de mil seiscientas composiciones, me apunto una lista con los números de aquellas que más me evocan (Editorial Alianza Tres): 121, 141, 143,173, 186,200, 212, 228, 258, 267, 270, 271b, 294, 297, 302, 309, 340, 344, 377, 396, 404, 407, 419, 451, 493, 505, 510, 529, 587, 603, 607, 662, 686, 692, 754, 779, 796, 828, 829, 901, 926, 1007, 1014, 1302, 1304, 1410, 1459, 1463, 1556, 1599, 1616, 1627.
Y la de aquellas composiciones que tienen que ver más directamente con Béjar, los alrededores, o con su visión de la naturaleza: 243, 408, 431, 467, 636, 655, 805, 952, 1138, 1454, 1493, 1501, 1527, 1529, 1531, 1532, 1541, 1611.
Tan solo tres días antes de su muerte, escribía este su último poema del Cancionero:
“Morir soñando, sí, mas si se sueña
Morir, la muerte es sueño; una ventana
Hacia el vacío; no soñar; nirvana;
Del tiempo al fin la eternidad se adueña.
Vivir el día de hoy bajo la enseña
del ayer deshaciéndose en mañana;
vivir encadenado a la desgana
es acaso vivir? Y esto qué enseña?
¿Soñar la muerte no es matar el sueño?
¿Vivir el sueño no es matar la vida?
¿a qué romper en ello tanto empeño
aprender lo que al punto al fin se olvida
escudriñando el implacable ceño
-cielo desierto- del eterno Dueño?
28-día de inocentes- de diciembre, 1936
2 comentarios:
Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:
Maravillosa composición la que ha elegido, entre tantas.
Los dos poetas que cita, siendo diferentes, en sus pensamientos buscaban incansables el sentido de la vida y la muerte.
Y ambos sentían amor por el ser humano, y lo demostraban desde sus conciencias compasivas.
Saludos.
P.D.: El poema que le dedicó a Manuel Casadiego, seguro que él lo enmarcará.
Sí
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