viernes, 5 de julio de 2013

LAS FUENTES DEL NILO

Tengo la impresión de que ando con el estro en el ángulo oscuro del salón y sospecho que no quiere salir de allí con estos calores que me hunden en la miseria y en la modorra más amodorrada.
A pesar de todo, me impongo algo de tecleo y de reflexión prosaica para no oxidarme y para no caer en la postración irrecuperable.
El caso es que no hace muchos días casi presumía yo aquí de andar un poco más cerca de la diana de lo que sucede en los países árabes, con mis lecturas recientes y mis horas de ordenamiento de escenas, imágenes y páginas que se referían y se refieren a ese mundo. Creo recordar -no tengo ganas ni de mirar unas páginas atrás: tan prosternado me tienen estas temperaturas- que mis previsiones no invitaban al optimismo.
En los últimos días se ha producido un levantamiento militar en Egipto, principal país árabe, que ha dado al traste con todo lo que de bien y mucho más de mal se había hecho en los últimos dos años. Y otra vez ha sido el ejército el que se ha alzado como garante de una presunta normalización de las cosas.
La peor de las soluciones, se mire por donde se mire.
Aducirán los manifestantes que no se podía soportar la situación. Y tendrán razón. Se quejarán muchos de que, si se implanta una ley sometida a criterios religiosos, se atrasa de nuevo un siglo, por decir algo. Y estarán en lo cierto. Se alegrarán los que sientan que los próximos meses al menos serán de esperanza para redactar, votar y aprobar una constitución que responda a un consenso aceptable y permita que el texto dure y sea punto de referencia común. Y no les faltará razón.
Pero que el ejército se alce por encima de la sociedad nunca ha conducido a nada bueno. Nunca. Jamás. Tampoco. De ninguna manera. Imposible. No, no y no. Salimos de un charco con fango y pasamos a revolcarnos directamente en el lodazal.
Pase lo que pase en los próximos meses o años, el ejército va a quedar en el retrovisor para un montón de años, hasta que la luz se pierda en el horizonte y la noche sea más negra que los agujeros negros. Y, entonces, todo se convertirá en miedos sociales, en privilegios para los mandos y para la casta enfusilada, en falta de iniciativa popular y en beneficios para los de siempre, dentro y fuera del país. Ojalá el diagnóstico fuera equivocado, pero me juego diez a uno y acierto con seguridad.
Es verdad que no se pueden pedir héroes y que todo sucede en un contexto y en él hay que concretarlo y explicarlo, pero la teoría dice que retirar por la fuerza a quien ha sido elegido por mayoría no conduce a buen puerto casi nunca. O nunca. Y, si lo hace, es a un precio altísimo. Por eso tal vez habría que haber seguido en lucha democrática contra el gobierno que intentaba imponer a todos lo que es solo de carácter personal, es decir, los criterios religiosos interpretados por quienes ellos quieren, esos asuntos del profeta y de la moral medieval. Y seguir luchando hasta ganarles por los votos y, sobre todo, por la razón. ¿Por qué me suena tanto este esquema a mí? ¿Es a mí solo?
El asunto e que es muy grave porque afecta a demasiadas personas y a demasiados países. Lo de Egipto es lo de casi todo el mundo islámico. Y lo de los intereses de los poderosos occidentales. O sea, que es una dificultad global, por muy lejana que parezca.
Parece que los del otro bando se manifestarán hoy mismo esgrimiendo proclamas democráticas y de las otras, o sea, religiosas. La que se puede liar. Veremos.

Y la tarde se me vino arriba porque, por casualidad, apareció entre mis papeles algo que creía perdido y que he necesitado muchas veces. Se trata de un poema acróstico escrito hace ya muchos años -tal vez unos 17-, que recogía y recoge mi impresión acerca del personaje que se cita. No puedo guardarlo y esperar a otro día y lo recojo de nuevo aquí.
“Porque la gracia se encargó de odiarte
En medio de las perlas de la moda,
Donde el cuerno florece sin descanso,
Rapú de los payasos y las togas,
Oloroso bufón de Carabaña.

Juglar de los infiernos, tus tirantes
Omiten tus encantos de odalisca,
Tatuados de noches de bragueta
A la caza febril de Exuperancias.

Raro reptil rumiando mil recetas,
Ahítas de venganzas y de odios,
Mendigo miserable de la fama,
Instigador del odio y la patraña,
Recaudador mediático que cobras
En Ecus (Euros) cada gramo de ponzoña,
Zahúrdas para ti, bufón de España.”

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