viernes, 19 de julio de 2013

MÁS ALLÁ DE LA NOTICIA


Cada mañana, después de dedicarme unos ratos a mí mismo en forma de ejercicio y de arreglos corporales, abro mi ordenador y se me viene el mundo encima desde esta ventana abierta a todas las direcciones que se llama internet. Y es tal el cúmulo de información que se atropella para pasar la cancela, que no hay forma de ordenarla ni de jerarquizarla y seleccionarla para que el caos se aclare y yo pueda sacar algo en claro que incorporar a mis pensamientos para luego rumiar un poco acerca de ellos.
Para mi desconsuelo, descubro con frecuencia que eso que parece un caos informe y absoluto en realidad, si bien se mira, se reduce a cuatro elementos y no más que me dan y nos dan seleccionados los medios de comunicación más influyentes; hasta el punto de que la opinión pública se conforma y se dirige desde esos cuatro palos del sombrajo que nos dan colocados, de manera que la realidad termina acotándose en unas realidades muy particulares que dejan en el mundo del olvido cualquier otra posibilidad de las que componen, o deberían componer,  el infinito de la actividad y del pensamiento de la comunidad. Desde ese punto de vista, casi todo es mentira y casi todo se aleja al sinsentido y al mundo fantástico e inventado de quien tiene el poder para dirigir esos medios de masas. ¿Alguien puede pensar que toda la energía de esta sociedad de casi 50 millones de personas se nos puede ir en ver día sí y día también que un señor se lo ha llevado crudo o que la cúpula de un partido está de mierda hasta el cogote? ¿De verdad que la realidad de esta comunidad es tan pobre y se tiene que reducir a esto por muy grave que sea? ¿Acaso no estamos todos contribuyendo a que los medios que dirigen el teatro se forren y además sean aplaudidos por los espectadores que han pagado su entrada comprando el producto cuando de lo que se trata es de vender y más vender su propio producto y engordar su vanidad personal?
Pero vamos a dar por buena esta acotación escandalosa de la realidad y esta jibarización del discurrir diario de la sociedad. Que es demasiado conceder, pero sea. Metidos ya en ese mundo de sonámbulos, ¿qué puede hacer un espectador particular que asiste confundido a este vaivén difuso y enmarañado? Los desapegos no están solo en la consecuencia de no poder soportar a tanto chorizo como se asa en esta piel de toro, sino también en esa desazón intelectual que te reconcome al advertir que casi nada puede uno añadir o sumar para alterar en algún pico el estado de las cosas.
Porque el interés por la res publica debería llevar a gritar cada día y a rechazar en público mucho de lo que pasa. Me pregunto si realmente eso sirve para algo más que para crearse individualmente mala baba y peor humor. Si en este mundo de tanto medio de comunicación en realidad no te atiende nadie y cada cual anda a su bola. De hecho, si uno no se vende de la manera más rastrera y comercial, en realidad se está condenando al olvido y a la inexistencia más escandalosa. Y, si se vende, lo que hace es contribuir al desarrollo de ese sistema contaminado y asqueroso que quiere tal vez modificar.
De cuál sea la postura menos mala, si lanzarse a la piscina y nadar  a favor de ola o quedarse en la orilla aunque nadie sepa que también sabes nadar, mucho se podría opinar. Me conformo una vez más con proclamar que la realidad no es solo esa que aparece en público y que se publicita. Que la realidad es mucho más compleja y mucho más rica. Que la realidad escondida al menos no es peor que la puesta en el candelero y en las listas de la fama. Que la realidad más importante tal vez debería ser la que afecta a más personas en el conjunto. Que muchas veces la mejor realidad es la que se intuye y la que se refleja desde la huida y desde el grito de “adentro” buscando el interior y la mejora personal. Y que también la realidad es esta realidad del que se asusta pensando en lo poquito que puede hacer un individuo ante tanta miseria y ante tanto poder articulado.
Si alguno se atreviera a pensar el SISTEMA y la forma de convivencia, y le diera por imaginar que la lucha por la lucha conduce a esto , y que, acaso, no sería lo peor pensar la convivencia en la convicción de que ayudar es lo más lúcido, en que vencer por vencer obligando a hincar la rodilla al otro para que yo levante la cerviz del engolado es el terreno en el que crece el enfado y el engaño (este es el mundo comercial y de mercado en el que vivimos enfangados); en que no se pueden supeditar los intereses de la comunidad a las apariencias de vanidad personal; en que solo es más feliz aquel que quiere y aspira a ser querido…
Pero esto, mire usted, es pensar el SISTEMA y arrancar el árbol de raíz. Y esto, desde que usted era niño y andaba en el monte arrancando encinas y tronzando troncos para hacer carboneras ya no se hace. O eso parece.

No hay comentarios: