Este mundo es que no para. Y no pienso en ese giro interminable de la tierra alrededor del sol, en el que parecen dos enamorados que se soportan pero que no terminan de dar el paso uno hacia el otro, siempre mirándose y acercándose y alejándose un poco en su giro. No, qué va. Pienso en todo el revuelo que se produce en cada momento dentro de ese giro espacial, en la cantidad de sucesos consuetudinarios que acontecen en la rúa, o como decía el otro, en lo que pasa en la puta calle.
Porque mira que pasan cosas y se producen sucesos. Que si la cárcel de Soto del Real marca la moda y sus habitaciones se cotizan a precio de oro, a pesar de que las piscinas no se llenarán este año; que si Juan Pablo II será nombrado santo en muy poco tiempo; que si, a pesar de todas las crisis, el paro ha descendido no sé cuánto y se ha tomado vacaciones durante el verano en espera de reaparecer con fuerza en cuanto vuelvan los fríos; que si ahora se dan cuenta de que los Astados Unidos espía a todo el mundo y todo el mundo se acojona y no levanta el pico; que si… Y, a todo esto, hay que sumarle lo que realmente debería interesar, o sea, todo lo que no aparece en los papeles.
Se confirma lo de la santificación del papa Juan Pablo, aquello que gritaba una multitud enfervorecida, no sé si porque andaba aprendiendo las primeras declinaciones o porque se comunicaba con el lenguaje de los signos y entrenaba frases hechas para cantarlas en un concierto: ”Santo súbito, santo súbito”.
Pues ya lo tienen, enseguida lo colocarán en el santoral y podrá ser invocado para otro día de fiesta en cualquier sitio.
Si nos hemos de guiar por el número y por la calidad de los milagros, esto de la santidad, la verdad es que se ha desvirtuado un montón. Este mismo papa debió de canonizar a varios miles de personas doblando de esa manera el santoral hasta convertirlo en una guía telefónica de aquellas que antes ocupaban el lugar de varios volúmenes en cualquier estantería. Tampoco es de extrañar que, en agradecimiento, a él no le exijan demasiado. Un parkinson curado de aquella manera -yo en realidad creo que lo que hizo el papa fue quedarse con él y añadirlo al suyo mismo, algo que evidenciaba en sus últimos tiempos- no sé si es suficiente. Del segundo poco o nada se sabe pero andará por esos mismos niveles.
Y fíjate tú por dónde que mi torpeza me empuja a pensar que milagros, milagros, lo que se dice milagros, son los que consiguen tantas familias que llegan a fin de mes haciendo malabares y llenándose de privaciones, y encima no salen a la calle a llevarse el mundo por delante sino que se encogen y se acostumbran para que el mes siguiente al menos no sea peor. Esos sí que son milagros y no otros.
Pero no deberíamos dar demasiadas pistas porque entonces sí que el santoral se nos convertiría en la guía michelín y no podríamos cargar nada más en el GPS.
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