La mejor suerte me sigue acompañando. Hoy de nuevo y
por casualidad se me apareció en pantalla otra película de José Luis Cuerda:
“Así en el cielo como en la tierra”. Y se me arregló la tarde. Y me reconcilié
de nuevo con el cine de este país, ese que es tan denostado por la derechona y
por los snobs imbéciles y papanatas del cine de Hollywood (esta vez hasta lo he
escrito bien).
He visto esta película muchas veces y cada vez me
parece más un resumen de teología a pie de calle de lo mejorcito que se puede
presentar. Sobre ese fondo común del desastre de la religión, entendida en su
versión oficial de cielos y tierras, de buenos y malos y de castigos por todas
partes, se alza la suma de secuencias cortas que dejan a caer de un burro todo
lo oficial y lo aparentemente sesudo. Hasta el punto de que el cielo tiene que
aprender de la tierra (de ahí el título de la obra), a pesar de todos los defectos
de esta y de las miserias que inmediatamente se apuntan en la vuelta a la
tierra de los del apocalipsis.
No entro aquí en más valoraciones. Serían casi todas
positivas, salvo lo que me parece alguna concesión demasiado personal del
autor. Tan solo dejo constancia de la suerte de estas dos tardes seguidas en
las que José Luis Cuerda me ha dado la oportunidad de reconciliarme un poco con
lo que me parece resumen de inteligencia, de perspicacia, de sagacidad y de
capacidad para reunir ideas esenciales con elementos artísticos de primera
calidad.
Y seguro que con dos perras, sobre todo comparándose
con todas las estrellas de Origud. Pues eso.
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