lunes, 19 de agosto de 2013

DUDAS METAFÍSICAS


No conozco a nadie, de los que hayan ojeado con tranquilidad la historia de las ideas (acaso no sean tantos), que haya dejado en el olvido a Platón. Él es el referente primero en filosofía sistematizada, pues él nos presenta a Sócrates y hasta él nos vamos después de darles vueltas a los fragmentados textos de los presocráticos. A partir de él, nuestro occidente ha ido montando su pensamiento y ha ido desarrollando sus precisiones, pero creo que ya dándole vueltas al caldero que Platón dejó a la lumbre.
No pretendo ponerme solemne, y mucho menos en la ebullición de estos calores de agosto; más bien aspiro a lo contrario.
El asunto del alma como elemento espiritual es asunto platónico y al cristianismo le vino de perlas para sus fundamentos y para la idea de la vida eterna y otros asuntos. Hasta aquí, y solo hasta aquí, este atisbo de solemnidad.
El alma, esta amada de Cristo sanjuanera, este elemento intangible que perdura no se sabe muy bien cómo, esa sustancia etérea que lo mismo vale para un roto que para un descosido, resulta que está reservada para los seres superiores: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Ya se sabe que lo de la mujer y su alma tuvo que esperar, aunque no tanto como el voto femenino. Tal vez porque la costilla tiene su tiempo de cocido y de reposo.
Y, si la mujer tuvo restricciones para el reconocimiento de su alma, lo de los animales anda todavía  en período de estudio y de vuelva usted mañana. Y es que ver a una culebra encomendando su espíritu no ha sobrepasado todavía los límites del aprobado.
Así que, a estas alturas, andamos con los animales desalmados, faltos de su parte más noble y en niveles de tenerles compasión más que otra cosa. Vamos, que esta religión no es demasiado ecologista y establece jerarquías bien marcadas, no siendo que nos vayamos a equivocar. Pobrecillos animales. Tal vez por eso me dan a mí tanto miedo los perros; sin duda porque no tienen alma los pobrecillos. Tenía yo una duda insoluble y mira por dónde la solución estaba aquí.
Pero es que toda regla tiene sus excepciones. Y en este asunto son muy llamativas. Veamos. ¿Qué se puede decir del misterio del perro de san Roque, del dragón de san Jorge, de todos los pajaritos de san Antonio, del mundo mundial de los animales de san Antón, y, en otro plano ya de división de honor, de los animales de los evangelistas, de la serpiente del paraíso o de la paloma de Nazaret?
Para mí que esto del alma de los animales hay que revisarlo. Y mucho más en estos tiempos de ecologistas, de granjas de las de cuidar y de las de matar, de veterinarios con consultas de alto copete y mayor factura, y de anuncios de comida para animales con toda garantía.
Mientras este asunto tan peliagudo se soluciona, me quedo con otras dos dudas metafísicas:
1.- Cuando se muere un animal, ¿adónde irá su alma?
2.- ¿También resucitarán al almas de los animales con sus cuerpos respectivos el día del juicio final? No tengo muy claro lo que dice el Apocalipsis al respecto.

Ah, y con el miedo insuperable a los perros, animales que merecen capítulo aparte y minucioso.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Ja,ja...pues de esa duda metafísica te saco de un plumazo, los animales tienen mucha más alma que algunas personas.