SON DIECISÉIS
LOS AÑOS YA
En las fauces del tiempo se van yendo
los más dulces recuerdos. Solo a veces
regresan a la mente y se hacen limpios,
como es limpia la piedra después de la tormenta.
Hoy quiero recordarte y te recuerdo
en un sitio escondido y apartado
solo para nosotros.
Yo era niño y acaso me llevabas de la mano.
Y eran noches al claro de la luna,
preñando las bufardas
en las entrañas de las carboneras.
Tú eras tal vez más alto que los cielos
y más fuerte que todos gigantes
que habitaban detrás de las montañas.
Te recuerdo otros días
sorprendiendo al saúco y al romero,
muchos años más tarde,
y las noches de besos a algún hijo
que volvía otra vez desde tan lejos
al hogar tan humilde de su casa.
Tu figura en la cama en dura lucha
con el pulso del aire que pugnaba
por sostener el ritmo en tu garganta.
Y aquella tarde noche en la que todo
se tornó más oscuro de repente
y el tiempo se hizo tiempo
y enseñó sus medidas infinitas.
Son dieciséis los años ya que faltas
y todo sigue igual;
también esas matitas de romero
que tienes a tu lado -y a su lado-
testigo siempre fiel de mi memoria.
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