viernes, 27 de septiembre de 2013

PERSONAL SHOPPER



La vida es una carrera interminable de relevos, o de sucesos que se reinventan para no morir en brazos de la monotonía. Cuando vienen mal dadas, el ser humano se apaña con  lo que puede con tal de salir a flote y no ahogarse en el mar de las repeticiones. Sin embargo, hay modificaciones que a uno le dejan como de un aire y en la duda de si es absolutamente imbécil o es que alguno de sus semejantes ha abandonado hasta la matrícula en el preescolar de los preescolares.
El asunto no tendría más importancia si se tratara de un hecho aislado; incluso hasta se podría tildar de ingenioso y de intento de buen humor. Lo peor de todo esto es que las setas aparecen por todas partes, las epidemias de tontería se reproducen por sí mismas y las plagas de estulticia son más intensas que las de Egipto.
Hemos llegado hasta el punto de que la especialización se convierte en atosigante y la etiqueta y la titulitis se han transformado en el marchamo de la propia vida. Aquí ya casi no se habla del razonamiento y del sentido común, sino de los estudios de parcelas que uno tenía entendido que se adquirían en el desarrollo normal de la vida y en la aplicación de las cuatro reglas. Pues nada de nada, hay que estar titulado en el asunto equis para poder salir a la calle. Así se van propiciando nuevas parcelas laborales y el que anda espabilado y coge el primer vagón incluso hasta puede que consiga un puesto de trabajo especializado en vete a saber qué.
Escuché hace solo unos días el anuncio de una academia madrileña que invitaba a los oyentes a matricularse en un curso de PERSONAL SHOPPER. Me hacían chiribitas los ojos y me pellizcaba por si había perdido la conciencia. Rebusqué en mis conocimientos de inglés y aquello me salía algo así como COMPRADOR PERSONAL. O sea, que había que hacer un curso  bendecido por todas las aguas benditas del poder ministerial para poder ejercer de algo así como de NIÑO, VETE A HACERME LA COMPRA.
Cuando era niño, aprendí en mi pueblo a ir a buscar el pan a la tahona. Tía Tilde me lo daba no sin antes hacer la correspondiente mella en el palo, según el pan fuera grande o chico. El pago se hacía cuando se podía, pero la señal era ya indeleble en el palo de madera. Con el palo mellado y con el pan volvía tan contento para mi casa. Y nunca hice un curso de PERSONBAL SHOPPER en CCC. Y qué rico estaba el pan cunado se encetaba calentito. Si me hubiera dado por ir con mi papelito de personal shopper, tía Tilde me habría tirado por el puente. Y habría tenido toda la razón para hacerlo.
Hoy, cuando más necesidades hay y más hay que mirar qué productos son los que van a la cesta de la compra, parece que hay que titularse para poder ir al Mercadona. Vaya por dios.

Cuánto bobo por el mundo. Y cuánto esfuerzo derrochado en nombre de la tontería. Y solo es una gota en medio de la lluvia. Y hoy, por cierto llueve. Ya era hora. 

2 comentarios:

mojadopapel dijo...

jajajaja...me he reído con el "personal shopper"...pero no te creas que es tanta tontería...y si no, mira en tu cesta de la compra solo para ver si la mitad de las cosas que adquieres son absolutamente necesarias....jeje.

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:

Estas vacaciones estuve más cerca del aparato de televisión, porque a mi madre le gusta que esté siempre en marcha.
Y entre los programas vi uno de la vida en Nueva York, y en uno de esos altísimos rascacielos.
Salían algunos de los ocupantes del edificio. Hablaban de sus horarios de trabajo, de su día a día. Los apartamentos eran pequeñísimos y tremendamente caros. Los trabajos de los que se cuidaban de la limpieza exterior de los cristales, y de la conservación del edificio, agobiantes. Dentro era un mundo, pero pensé que preferiría vivir en un poblado de África.
No vi niños.
Pensé, ¿qué nos lleva a los humanos a elegir vivir con ese estrés y tantísima necesidad de ganar dinero, para comprar y tener qué?
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Disfruté con su libro ‘EL MANANTIAL SONORO’ y sigo leyendo, para conocer bien a la gente de Sillero, que nos cuenta Andrés.
Pág.59
[...]“Por la calle de Abajo se iba hasta la tahona de tía Tilde a comprar el pan. El mejor pan de la sierra, el más tierno y el más blanco.”
[...]”Tía Tilde hacía además unas perrunillas y unos mantecados tan ricos como para chuparse los dedos.”
Pág.60[...]”Yo creo que tía Tilde era algo más que la panadera del pueblo, era algo así como la encargada de dar el sustento básico a una gran familia, la de todo Sillero. Andrés también lo creía y era esta una de las obligaciones que menos le costaba cumplir.”
Pág.123 [...]”De todos modos, yo le hablo de antes, de cuando éramos jóvenes.”

Qué trabajo tan importante el de tía Tilde, y el de cada una de las personas, viviendo con tan poco y compartiendo.

Abrazos.