Casi cualquier autor de poemas -a menos que sea
ocasional- se plantea alguna vez cuáles son los fundamentos que soportan su
creación, en qué principios se apoya para escribir y qué reglas últimas son las
que le alientan en su actividad y en su actitud. Es decir, tiene su poética.
He leído muchísimas y no sé si al fin hay muchas
diferencias entre unas y otras. Sospecho que no demasiadas. Por eso, tal vez lo
interesante será dejar que hagan poso serenamente en el lector y en los demás
creadores. En el fondo, todos somos intertextuales, bebemos de las demás
fuentes y surtimos a quien se acerca sanamente a saciar su sed. Nihil novum sub
sole. No son pocas las diferencias entre quienes ponen el acento en una variante más que en otra.
Solo eso y nada más que eso.
Hoy quiero copiar la de León Felipe en “Ganarás la
luz”:
“Por hoy y para mí, la Poesía no es más que un sistema
luminoso de señales. Hogueras que encendemos aquí abajo, entre tinieblas
encontradas, para que alguien nos vea, para que no nos olviden. ¡Aquí estamos,
Señor!
Y todo lo que hay en el mundo es mío y valedero para
entrar en un poema, para alimentar una fogata. Todo. Hasta lo literario, como
arda y se queme.
Y no vale menos un proverbio rodado de una imagen
virginal; un versículo de la Revelación que el último slang (argot, jerga,
palabrota) de las alcantarillas. Todo buen combustible es material poético excelente.
“Sé que en mi palomar hay palomas forasteras -decía
Nietzsche-, pero se estremecen cuando les pongo la mano encima.” Lo importante
es este fuego que lo conmueve todo por igual -lo que viene en el Viento y lo
que está en mis entrañas-, este fuego que lo enciende, que lo funde, que lo
organiza todo en una arquitectura luminosa, en un guiño flamígero bajo las
estrellas impasibles.
Y que no diga ya nadie: esta fórmula es ya vieja y
vernácula y aquella otra es nueva y extranjera, porque no ha habido nunca más
que una sola fórmula para componer un poema: es la fórmula de Prometeo.
Esta es mi estética, vieja ya y perdurable aún: vieja
porque fue escrita antes de la tragedia actual del mundo (guerra mundial), y
perdurable porque dentro de las tinieblas de esta tragedia me sigue pareciendo
la única: la estética de un barco perdido entre la niebla: Hoy más que nunca es
para mí la Poesía fuego organizado, señal, llamada y llamarada de naufragio. Y
“todo buen combustible es material poético excelente”. Todo. Hasta la prosa. La
prosa aquí, ahora, no es ni excipiente ni exégesis tan solo. Es un elemento
poético que gana calidad no con el ritmo sino con la temperatura. La línea de
la llamada es hoy la línea organizadora y arquitectónica del poema. El fuego
tiene ahora una lógica y una dialéctica propias, lo mismo que la razón. La
imagen vale tanto como la ley, pero la imagen encendida. La Poesía de esta
hora, para ganar un lugar en las avanzadas del conocimiento, no ha de ser
música ni medida sino fuego.”
Y dice después:
“Hay poetas que trabajan con la palabra solamente,
como los lapidarios:
otros trabajan con la metáfora, como los joyeros que
cambian las piedras de lugar:
otros empalman y enciman los ladrillos con una
musiquilla monótona e interminable de romance:
otros se valen del termómetro y del compás, como los
geómetras impasibles que miden los ángulos y la temperatura del tabernáculo:
otros trabajan con el símbolo y con la fábula, como
los estofadores y los que emploman los vidrios de los grandes ventanales:
algunos muy entendidos son maestros en el arabesco, en
el jeroglífico y en la alegoría, como los tejedores sagrados y los criptógrafos
que dejan su secreto en las cenefas de las casullas y los frisos de los
cenotafios:
otros trabajan con la arcilla blanda de su ejido
solamente, como el alfarero municipal:
otros cavan en las profundidades del subterráneo donde
se han de apoyar un día los cimientos, como los tejones y los topos:
otros se afanan allá arriba, cerca del cielo, en las
cornisas de los campanarios, como la cigüeña y las golondrinas…
Pero el Poeta Prometeico trabaja con su sangre donde
van disueltos los esfuerzos de todos estos poetas especializados.
Y a todos estos artífices humildes, cuyo nombre se
llevará un día despiadadamente el Viento, el Poeta Prometeico les agradece todo
lo que le han dado, todo lo que le han traído para edificar el templo venidero
y levantar la torre donde se ha de colocar mañana el pabellón rojo del hombre.”
Visión amplia y agradecida la del creador de Versos y oraciones de caminante.
¿Y mi poética? ¿Cuál es mi poética? La escribí hace ya
bastantes años y la di a la luz en un medio dedicado precisamente a la creación
poética. No la recuerdo en sus términos literales. No importa. ¿Seguirán siendo
los mismos los principios? Tal vez habrá que refrescarla y actualizarla.
Me gusta la imagen tomada de Nietzsche: “Sé que en mi
palomar hay palomas forasteras, pero se estremecen cuando les pongo la mano
encima.” Yo también sé que arrullan palomas de otros palomares distintos al
mío. No sé si realmente se estremecen cuando yo las acaricio. Ojalá.
.
1 comentario:
Seguro,seguro que sí.
Publicar un comentario