PLEGARIA A UN SER DESCONOCIDO
Que nuestras vidas sean
nuestro mejor mensaje,
nuestra mejor herencia y
posesión;
que el miedo y el orgullo no
sean vallas
que alejen de nosotros el amor;
que todo lo que puebla nuestro
mundo
se reconcilie en nombre del
perdón;
que conozcamos todos a los
dioses
por lo que son, no por lo que
no son;
que no haya tanto altivo
funcionario
que dice hablar en nombre de
ese dios
y firma los papeles a destajo
para esparcir el miedo y el
dolor;
que no se ofrezcan siempre las
verdades
desde el mundo irreal de la
ficción;
que las horas del día sean las
notas
de una alegre y eufórica canción;
que se duerman los malos
entendidos
en lo más escondido de un cajón;
que nunca la desgana y la acedía
se vendan como plantas de
interior;
que los lentos espejos de la
naturaleza
me enseñen con franqueza lo
que soy;
que diga lo que quiero y
cuando quiero
y haga lo que haya dicho con razón;
que me invada la risa como láudano
de lo más insufrible del dolor;
que no me desconcierten las
mentiras
de un mundo sumergido en la
ambición;
que me olvide el camino de la
plaza
y me gane el que lleva al
corazón;
que sepa descubrir
sencillamente
mi talla y mi pequeña dimensión;
que sea un jardín de calma y
de silencio
donde crezca el aroma de la
flor;
que nunca me halle solo, pobre
y débil,
pero sí en soledad y en reflexión;
que el tren que me conduce
hacia la muerte
tenga asientos de clara aceptación;
que tenga la experiencia del
misterio
y la viva como un hermoso don;
que aprenda a convivir con el
respeto
de la presencia extraña del
dolor;
que entienda que la muerte es
un regalo
de paz eterna y de liberación.
¿A quién puedo enviar esta
plegaria?
¿Cuál es la calle y cuál la
dirección?
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