Esta es la fórmula con la que comienzan las CXIV suras del
Corán.
“Doce muertos en un atentado contra un semanario satírico en
París. Tres hombres armados encapuchados han disparado con armas automáticas
esta mañana contra la sede de Charlie Ebdo. Además de los doce muertos hay
cuatro heridos muy graves. La revista publicó en 2006 las caricaturas de Mahoma
y tiene una gran tradición crítica y reivindicativa.” Es noticia que transcribo
del diario El País. En el mismo diario se recogen unos gritos de los
terroristas cuando huían: “Hemos vengado al profeta Mahoma.”
Ya se ve que tengo poca vara alta en estos asuntos pues no
hace nada pedía como regalo de reyes que los dioses se pusieran de acuerdo, que
no se enfadaran y que no montaran, o que no dejaran que montaran en su nombre,
estos desaguisados. Es mejor que lo dejen en manos de los hombres porque nos
ponemos de acuerdo con más facilidad, a pesar de nuestras evidentes
limitaciones.
El común de los mortales se asusta con estas noticias y
despotrica contra los que cometen estos actos tan desgraciados. Yo también lo
hago. Pero, de nuevo, esto me parece muy poco, sobre todo si se nos olvida en
cuanto los medios dejen de apabullarnos con imágenes y datos del asunto. Los
familiares y allegados se quedarán más tiempo en el contorno del atentado; y no
seré yo quien se lo reproche; pero a los demás les ruego una mirada un poco más
panorámica y una búsqueda de las causas que provocan y de las consecuencias que
de él se derivan.
Yo confieso que he leído el Corán. Y, o yo no sé leer, o hay
afirmaciones que me aterran y que me parece que soportan hechos parecidos a los
que después vemos que suceden. No soy especialista en este libro. Me gustaría
verlo explicar a los que hayan dedicado más tiempo a su lectura y que hayan
reflexionado más acerca de sus enseñanzas y sus incitaciones. Y que lo hagan en
público, en un diálogo sereno entre los que sean más favorables y menos
propicios. Si puede ser, que se abstengan los clérigos de todo tipo, por
contaminación y por ser jueces y parte. Solo después podremos hacernos una idea
más exacta del contenido y del alcance de sus páginas. Mírense, por ejemplo las
siguientes suras y versículos: II,23; II,59; II.78; II,158; II,183;
especialmente desde II,186 a II,193, II,220; II,222… y tantas otras. Es que en
ellas se dice lo que se dice y no lo que se quiere leer. Es verdad que en otros
apartados se dicen otras muchas cosas que firmaría cualquiera, pero en el
sentido común y sin necesidad de ser profeta ni coño que lo fundó también se
afirman y se concluyen ideas de solidaridad, de ayuda, de amor, de justicia y
de paz.
Para que todo esto no se encone, aparecen los intérpretes más
calmados y menos talibanes. Como siempre que ocurre algo parecido, se apresuran
a decir que el libro hay que entenderlo de tal o cual manera y que estas no son
formas. Pero es que todos hacen panes con la misma masa, y no todos son
templados y moderados.
Es elemental pensar que todo esto se produce en un contexto
que explica pero no justifica los horrores que sufrimos. Porque ahí están las
relaciones de los mundos oriental y occidental; y están las escalas de valores
de este lado de acá de la raya, tan poco atractivos para ellos, y para algunos
de nosotros; y están sus valores, tan poco dados a la razón y tan atrasados en
nuestra visión occidental; y están tantas y tantas cosas.
Cuánto mal siguen produciendo las religiones a lo largo de la
Historia. Y cuánto mal van a seguir produciendo. Porque la lógica sigue
diciendo que este desvarío va a continuar. Y, por desgracia, este país de la
piel de toro anda en el punto de mira más cercano. ¡Y todo en el nombre de Alá,
“el Dios clemente y misericordioso.” !Qué
barbaridad!, ¡qué locura!, ¡qué desatino!, ¡qué animalidad!, ¡qué deshumanización!
Tener dioses para esto…
Uno mira para la historia del más acá y no se consuela
demasiado porque también en el nombre de este dios se siguen cometiendo
barbaridades sin cuento. Menos mal que al menos parecen un poco menos salvajes
y menos antediluvianas.
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