Comencé de nuevo el año con mi paseo acostumbrado por la oscuridad de la noche.
Pero la oscuridad y el silencio buscados solo lo fueron a medias pues el
bullicio y las prisas lo llenaban casi todo.
Brindé con mi familia con los mejores deseos, oí los primeros
ruidos en la calle y salí para sumergirme en el silencio de la noche. Nada más
salir me atronó el ruido de un coche que circulaba a ochenta o noventa
kilómetros por una calle en la que es obligado no pasar de los treinta. En su
interior iba un joven en un estado indefinido. MI primer enfado. A los diez
segundos lo volví a oír en dirección contraria y a la misma velocidad. Alcé las
manos como muestra de protesta y desapareció. ¿Qué buscaría el pobrecito?
¿Quién le habría llevado a considerar aquello como algo normal? ¿Qué sociedad
es la que permite y hasta aplaude semejantes manifestaciones de instinto
animal?
Mientras descendía por la calle Olivillas, los ruidos de
petardos seguían atronando desde distintos puntos de la ciudad, y los coches, a
menor velocidad que el primer loco, iban y venían en ambas direcciones. La luz
y el sonido estridente me acompañaban, Yo solo deseaba quedarme solo en la
oscuridad.
Lo conseguí a medias en el paseo que va desde el puente de la
vía del tren hasta la carretera general, que asciende, mirando a la ciudad, por
la cara norte de la ladera del monte. La nueva barriada construida en aquel
paraje parecía tranquila en medio de la noche.
Cuando alcancé la Fuente de doña Elisa, aún cruzaban coches
por la carretera, pero ya era yo mismo el que podía recrearme en mi interior y
en el exterior, a través del pensamiento y de la vista. Es verdad que las luces
iluminaban los hogares en el cerro alto en el que está asentada la ciudad
estrecha, pero yo las miraba y me miraba, y miraba también hacia lo alto donde
brillaban las estrellas en una noche clara y misteriosa.
Pensé entonces en las gentes de enfrente, en aquellas que
vivían la noche desde el interior del ruido, cada una según sus necesidades y
según sus apetencias. Yo quería estar solo y lo estaba, deseaba pensar unos
minutos y pensaba, deseaba soñar y soñaba.
La nostalgia me llevaba hacia atrás, hacia el año que se
despedía y hacia alguno de los acontecimientos que lo habían jalonado. Había en
esa nostalgia elementos externos y elementos más personales e internos.
Imaginaba cuáles podrían ser compartidos con las demás personas, cuáles serían
considerados importantes en la misma medida y cuáles serían importantes para
algunos y sencillamente despreciados por los demás. No sé cuántos sería capaz
de compartir con la mayoría, tal vez muy pocos.
Y entonces volví a mí, a mi persona y a mis alrededores, a
ese trocito de camino en el tiempo que para mí también se había terminado. Y
seleccioné. Y me quedé con el nacimiento de Rubén como regalo extraordinario de
la vida. El resto de mi tiempo será ya también un poco del resto de su tiempo.
Y me sentí feliz y emocionado por tanta suerte.
Y pensé en mi familia, en todos los que me rodean y me
quieren. Yo los quiero también. Y me sentí orgulloso con mis hijos, contento
con mi esposa y sereno y gozoso con mis nietos. Y noté que el contento me
llenaba la piel y me daba calor en medio de la noche. Es probable que a nadie
le importen estas cosas. Qué le vamos a hacer: es mi mundo, mi año, mi festejo,
mi brindis y mis uvas. Yo era tierno y vulnerable en medio de las sombras.
Después miré para el cielo y vi que lo de siempre me
aguardaba, en la misma postura y con el mismo aplomo. Las estrellas colgadas en
lo alto, como mostrando calma y dándome la luz y hasta el sosiego. Todo de
nuevo en calma, como el año ya viejo y como el año próximo.
Y yo me sentí nada, como ínfima parte de un todo apabullante
y no abarcable, como un pálpito mínimo de la conciencia de todo el universo,
como un caminante inseguro, que se va sin remedio al corazón de todo lo creado.
Y entonces la conciencia de todo lo del cielo y lo del suelo me abrazó y me dio
su calor y su cariño.
Después seguí la senda dando vuelta hasta casa, con las
gentes en fiesta, con los jóvenes prestos para mostrarse hermosos en la noche,
y las chicas al aire, con el porte de sus breves vestidos y sus cuerpos
desafiantes, que provocan a todo el que los mira.
El futuro es el año, este nuevo año que ahora empieza y que
aguarda en sus meses y en sus días. Veremos la manera de no andarlo perdidos.
Ya veremos.
1 comentario:
Es bonito poder detener el tiempo con nuestro pensamiento y ser absolutamente consciente de su paso...feliz año 2015 Antonio, y gracias por compartir tu meditación hermosa.
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