ECOS DE ESTÍO
Ya somos
extravío del verano,
hoy, once de
septiembre, de mañana.
Con las señas
cumplidas de la caducidad,
de nuevo está
la luz casi temblando
y se asoma
con miedo en los caminos;
hay árboles
cansados y sedientos,
y agraces moras
que apenas maduran.
¿Por qué las
piedras guardan blandas señas
de los días
de estío? Quedan ecos
y rumores de
palabras dispersas.
Por aquí
anduvo el sol y en estas piedras,
que siguen
esperando otro verano,
una mujer amó
y un hombre anduvo
buscando dar
sentido a la costumbre
de no ser más
ni menos que ser hombre.
Hoy todo es más
ciudad, menos silencio,
al otro lado
del calor del sueño.
Yo, que también
fui nombre entre estas luces,
vuelvo a
sentir los ecos de esas tardes
en el
silencio azul de las mañanas
de este
incipiente otoño que me habita.
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