lunes, 4 de julio de 2016

POESÍA Y METAFÍSICA


Ni todo metafísico es poeta, ni todo poeta es metafísico (muchos creo que no llegan ni a físicos y solo se quedan en tabernarios de ginebra de garrafa).Pero tal vez hay algo que los aproxima y que los llama a formar compañía.
Hay filósofos que niegan a la metafísica el valor de ciencia y procuran alejarla de sus indagaciones y de su disciplina; se basan fundamentalmente en que, en su opinión, la razón tiene el alcance que tiene y no puede indagar más allá de los sentidos porque, entonces, no puede crear declaraciones  con significado racional y literal. En consecuencia, los mundos a los que aspiran solo se pueden regir por normas diferentes a las racionales.
A los poetas les sucede algo similar: en sus creaciones no respetan las reglas del razonamiento porque aspiran a crear un mundo diferente, un mundo en el que lo que cuenta es la emoción. Es en ese sentido en el que adquiere valor la creación, en el de ser capaz de crear un mundo distinto al de la experiencia real. Tampoco el poeta crea declaraciones con significado literal, sino literario, es decir, que obedecen a otras normas distintas, a aquellas que sirven para crear emoción, ideal al que todo se supedita.
Pero, a la vez, algo los distingue. Los metafísicos, a pesar de saltar por encima de la realidad de los sentidos, siguen aspirando a crear proposiciones lógicas y verdaderas, aunque en un mundo que traspasa la realidad y la literalidad del lenguaje. El poeta, en cambio, no aspira a la verdad sino a la emoción, es como si fuera transgresor consciente tanto en el campo de la forma como en el del contenido.
¿Qué hacemos con estos grupos de “chiflados” que se saltan a la torera las normas, aunque con distintas aspiraciones? Pues llamarlos a compañía y al intercambio de expresiones y de intereses. ¿Quién puede negar a un metafísico la belleza en la expresión, el uso de esos criterios formales distintos y el logro de crear emoción y belleza al lado de la reflexión, aunque sea acerca de aquello que traspasa la realidad y se instala en el territorio de lo desconocido desde los criterios racionales? ¿Y quién puede decir que el poeta no utiliza también con frecuencia declaraciones y expresiones con sentido literal, por más que su reglamento se apoye en otras normas distintas a las “normales”? ¿Y quién le puede negar que, además de la emoción, no deslice con toda consciencia reflexiones que aspiren a superar los criterios de verdad o de falsedad?
Voy a meterlos a ambos en la misma botella y agitaré el contenido; me dará un metafísico poeta y un poeta metafísico. Siempre que lo que se introduzca en la botella sea metafísica y poesía en estado natural y no sean falsificaciones o sustancias de garrafón, claro.

¿Y ahora qué haces? Deja ya la teoría y dedícate a la práctica, venga.

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