sábado, 16 de julio de 2016

CREACIÓN DEL HOMBRE

(De mi libro "METAMORFOSIS", 2004)

CREACIÓN DEL HOMBRE

LOS ECOS de los ecos de la tarde
anunciaban más ecos
desde la densidad  y el peso de la luz.
El cielo ya era cielo
y en las aguas navegaban los peces
en un rumbo acordado.
La tierra era cobijo de las fieras
y las aves giraban
brillantes redondeles en el cielo.

Para embridar los ecos de la tarde,
para sentir la transparencia de la luz,
para gustar del rumbo de las aves,
para templar la furia de las fieras,
era preciso que naciera el hombre,
faltaba todavía un ser más vivo,
sereno fedatario
de la intención de Caos.

La semilla divina
se quedó a convivir a ras de tierra
o, a imagen de los dioses,
que todo lo gobiernan,
-otra vez en lo arcano, sin remedio-
regurgitó del barro y de la lluvia
un ser de cara alta
mirando al cielo en posición erguida,
semidiós, seminada, semen agrio
de otras figuras altas como dioses
camino de los astros.

Tal vez allí estuviera tu mirada,
perdida con las luces,
cegada por los barros, alquilada
en el túnel del tiempo,
en posición de sueño,
de célula durmiente.
Al fin y al cabo, hombre,

espectador del tiempo y de la nada.

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