EL MANDO DE LA TELE, ESE ROSARIO
Se sienta en un sillón, coge en
sus manos
el mando de la tele y se da prisa
a acariciar los números gastados
de ese rosario laico, que lo
incita
a entrar en una caja, que el
humano
llama tonta. No sabe, de esta
guisa,
si reza o si controla con sus
manos
el mundo que se ofrece ante su
vista.
Después mueve hacia arriba y
hacia abajo
el mando que le atonta y le
amodorra.
Le cantan las imágenes un canto
que aumenta su indolencia y su
pachorra.
Parece, con salmodia y con
rosario,
mitad hijo de Alá, mitad
cristiano.
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