DE LA HISPANIDAD
Releo la novela de García Márquez
El otoño del patriarca. Reviso la
lista de lecturas y esta hace el número setenta y cuatro de este año.
Cualquiera (¿cuántos?) que haya echado unos ratos a este asunto recordará
enseguida una larga lista de obras dedicadas a la revisión crítica de
dictadores latinoamericanos: Tirano
Banderas, El señor presidente, Yo el Supremo, La fiesta del Chivo…. Esta de
García Márquez es una más.
La casualidad marca coincidencia
con el llamado “Día de la Hispanidad”. Como sucede cada año, cada vez con más
intensidad, en varios países latinoamericanos y en los Estados Unidos de Norteamérica,
se cuestiona la bondad de todo el período de la conquista y de la colonización.
Sucede incluso en España.
Asunto este de la conquista y la
colonización complejo y diverso, con interpretaciones muy desiguales y casi
siempre sesgadas y parciales. De esa manera, parece que todos tienen razón y
que ninguno la tiene.
En España, hay líderes regionales
que aprovechan para reivindicar, con su ausencia en los actos, su rechazo a lo
que suene a común. Son los de siempre. Prefieren incluso trabajar gratis antes
que celebrar nada. Pobrecillos. Otras gentes acuden a los desfiles y dividen
sus entusiasmos, pues, mientras abuchean al presidente del Gobierno, aprovechan
para aplaudir a rabiar a la cabra de la legión. Este año se han sentido algo
enfadados ante la sorpresa que les ha causado un chorro algo morado y republicano
que desprendía un avión de esos que dicen aquí estoy yo en el cielo de Madrid. Creo
que se les congelaron por unos momentos los aplausos. Pobrecillos también. Cada
uno en su ambiente y en su salsa.
Ahora, por lo visto, en algunos
lugares de América, les ha dado por derribar estatuas de Colón, el descubridor.
Cualquier día les da a los colombianos por cambiar el nombre de su país para
que no recuerde a ningún bandido o asaltante de caminos. Vete a saber.
Para completar el cuadro, están a
punto de salir a la luz los resultados de una larga investigación (unos veinte
años) llevada a cabo por un par de universidades, que nos dará cuenta cierta
del lugar de nacimiento de Cristóbal Colón. Ya sabemos que los catalanes se lo
han adjudicado, pues todo lo bueno ha salido de allí y el mundo les debe acatamiento
y agradecimiento perpetuos. Pero igual nos llevamos todos una sorpresa.
Y en todo este batiburrillo, en
este tira y afloja, en este sindiós, ¿quién pone un poco de mesura y de sentido
común? ¿Hay alguna conquista y colonización que no esté cocinada con imposiciones,
con represiones, con explotaciones, con muertes y con todo tipo de injusticias?
¿Cuesta tanto pedir perdón por ello? ¿No son los habitantes de esos países los
que primero tendrían que pedir perdón por ser los descendientes de aquellos colonizadores?
¿No han tenido tiempo en todos estos siglos de eliminar esas injusticias? ¿Qué
hacen ahora mismo en esa dirección? ¿No hay ningún elemento que se salve de
todo ese proceso (lengua, universidades, cultivos…)? ¿No se puede echar la
vista al frente y, entre todos, corregir esas diferencias y acercarse en la búsqueda
de un futuro común?
Mis sentimientos personales suman
elementos en ambos sentidos. Me siento orgulloso de ese hilo alargado de la Historia
de mis antepasados, en el que veo trazos finos y trazos gruesos. Como los veo
en mi propia vida. Me gustaría encontrar algunos elementos de aspiración
comunes y no tanto esfuerzo en la separación, en el aldeanismo y en la
disgregación. Las energías se nutren unas de otras y crean unas sinergias muy
potentes. Cuando van por separado, se desinflan y se pierden en la inanición. Y
así estamos.
Si Colón levantara la cabeza, lo
mismo decidía que no le salía a cuenta otra singladura en busca de las especias
de Oriente, por mucho que el negocio pareciera redondo.
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