LAS OTRAS VARIABLES
Dejando señalado que el elemento
económico es el que sostiene a todos los demás, será bueno asegurarnos de que
las otras variables también son necesarias para la constitución de un ser
humano digno de tal nombre. Y se señalaban como tales la cultura, la educación, la moralidad, el respeto a la persona y a sus
derechos… No parece difícil, a partir de estos presupuestos, entender en
qué tiene que prestar sus principales esfuerzos la comunidad en favor de cada
uno de sus individuos: el derecho a la vida (sanidad), el respeto al individuo
(derecho), el derecho a la cultura (educación)… De estas convicciones se
descuelgan las ideologías y las prácticas sociales y políticas; y, cuando no lo
hacen así, no son dignas de llamarse ideologías, sino intereses y egoísmos.
Como cada derecho lleva aparejado
un deber, cabe preguntarse en qué medida tiene que corresponder el individuo
para con la comunidad, que le asegura la defensa de sus derechos. Es el momento
de la moral, individual y colectiva. Sin una convicción moral que nos impulse
individualmente a la solidaridad nada resultará posible. La revolución nunca
será verdadera ni definitiva si no se sostiene en esas dos fuerzas, la de la
imposición social en justicia económica y en los valores de la cultura, la
educación y la moralidad; y la de la del sentimiento individual que empuja a un
comportamiento solidario con los demás, con independencia de lo que impongan
las leyes.
A esto alude también Dorado Montero
en muchas de sus consideraciones. He aquí alguna.
Se hace necesaria en el alma de las
gentes una revolución profunda, paralela y proporcionada a la revolución
externa que los modernos cambios sociales han traído. Hay que buscar el modo de
que al hombre de ayer y de hoy, espíritu inferior y grosero que toda la vida la
convierte en lucha por el predominio, por el goce privativo, la esclavitud
ajena, (lo) sustituya un hombre nuevo, de alma elevada, que se sienta de verdad
hermano de sus hermanos y ante cuya conciencia la posesión de bienes y fuerzas
de todo género represente, no ya exigencias y derechos sino obligaciones de
estricta observación. El Socialista,
1 de mayo de 1903.
Los hombres moralmente superiores son
aquellos en quienes domina el principio de solidaridad. Una agrupación social
cuyos miembros se condujeran de ese modo viviría tranquila y pacífica, sin
riesgo de disolución. Valor y
función del Estado, 1908.
Si en España hay aún posibilidad de
salvación, cosa que me permito dudar mucho, esta no puede venir de otra parte
sino de donde la espera aquel hombre superior, del mismo sitio donde coloca
otro ‘gran espíritu’, Tolstoi, la fuente de salvación de la humanidad, esto es,
de la transformación del hombre interior, del cambio de su alma, de su
voluntad.
Las palabras del profesor de Navacarros
tienen algo más de un siglo. La realidad es tozuda y se repite con el paso del
tiempo. Vivimos una época de exagerado individualismo, de miradas e intereses
egoístas, de desigualdades insoportables que no permiten el desarrollo armónico
de todos los demás elementos que conforman la dignidad humana. La solución
tiene dos direcciones: de fuera a dentro y de dentro a fuera; de la protección
de la comunidad al individuo y de la aportación del individuo a la comunidad. En
ambos casos se dibuja un panorama de tinte social siempre, del individuo que no
se concibe si no es en sociedad, y de sociedad que no se dignifica si no es en
solidaridad y en defensa de cada uno de los individuos que la componen.
El aumento de la población impide
-hasta desde un punto de vista físico- imaginar al individuo sin la sociedad. No
hay individuo aislado. Es mentira hasta imaginarlo. Humanizar las relaciones
desde el plural hacia el singular y desde el singular al plural es lo único que
nos acercará a una convivencia que pueda llamarse humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario