miércoles, 27 de octubre de 2021

ENTRE DOS FUEGOS

 

 ENTRE DOS FUEGOS

Tengo un amigo que me enseñó hace tiempo una expresión hermosa. Desde entonces, la repetimos con frecuencia. Es esta: “No es lo mismo un toma tú que un trae para acá”. En pronunciación castiza: “No es lo mismo un toma tú que un trae p´acá”. Hace referencia a la actitud distinta, según el caso, del sujeto que la pronuncia.  En el primer caso, lo que hace es ofrecer; en el segundo, es el receptor y el beneficiado de lo que se esté cociendo en el asunto. Ya se ve que no es lo mismo ser generoso que ser egoísta.

Otro dicho español reza así: “Vale más un por si acaso que un válgame Dios”. En este caso, nos muestra la diferencia entre la previsión y el lamento, entre la precaución y el arrepentimiento, entre el adelantamiento a los acontecimientos y la contemplación de sus efectos cuando ya no hay remedio. Son actitudes que nos acompañan durante toda la vida y que modelan nuestro carácter y acarrean toda una serie de consecuencias.

Sobre cuál sea nuestro modelo se pueden formular toda una serie de razonamientos. ¿Cómo puede ser la vida intensa y sabrosa sin ese empujón vital e inmediato ante lo que esta nos ofrece? ¿Cómo no atreverse a violar la vida si se ha hecho para nosotros y para que la gocemos y la saboreemos hasta morir con ella y de ella? ¿Cuántas veces no achacamos actividades y hechos a impulsos propios del ser humano en sus diversas edades?

Pero a la vez, ¿en cuántas ocasiones no hemos puesto pie en pared y hemos dicho cuenta hasta diez que “vale más prevenir que curar”?, ¿de qué manera recordamos aquellos casos en los que la prudencia nos libró de consecuencias no queridas?, ¿cuántas veces hemos comentado sucesos en los que nos libramos por los pelos y nos salvó la inacción?

Como se sabe, cada dicho tiene su contrario; como la vida misma, que ofrece ratos en los que la prudencia nos puede y momentos en los que los impulsos nos arrebatan. Los prudentes tienen momentos de impulsos y los impulsivos se contienen en algunas ocasiones.

In medio, virtus, decían los clásicos. Lo difícil está en señalar cuál es el punto medio, para movernos cerca de él y para que él nos sirva de guía. Al ser humano se le ha concedido la facultad de pensar, y pensar es lo mismo que pesar y que sopesar. Eso debería conducirnos a la prudencia y a la razón antes de actuar. Pero poca soca seríamos si no aspiráramos a la intensidad que dan el impulso y la pasión.

Como el día anda metido en dichos, ahí va otro que acaso nos pueda servir, aunque sea de los que, en los tiempos que corren, haya que pensar en ir apartando, si es que “vale más un por si acaso que un válgame Dios”. Es este: En Castilla, para pechos femeninos, se dice: “Lo que sobre de las manos para los marranos. Pero, en caso de duda, mejor que sobre que no que haga falta”. O, en términos más castizos: “En caso de duda, la más tetuda”.

Otra vez en busca del equilibrio, de ese punto que nos sitúa entre la prudencia y el atrevimiento, entre la razón y la pasión.

Pues que, una vez más, termine el clásico: “Piensa el sentimiento; siente el pensamiento”. Vale.

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