NATURALEZA
Es ya casi proverbial entre mis
conocidos la opinión que tienen de mi aprecio por la naturaleza. Alguno incluso
me hace ver que, en mis creaciones, hay demasiada naturaleza, demasiados
elementos naturales… Tal vez todos tengan un poco de razón. Pero, una vez más,
cuando pienso en ello, entro en confusión y me pierdo en las variables.
Son muchas las acepciones que le
término comporta, pero, en todo caso, aquí parece referirse a todo ese conjunto
que llamamos universo, sobre todo en los seres minerales y vegetales.
La relación con la naturaleza es
muy diversa y, por tanto, la concepción que de ella se tenga también lo tiene
que ser. ¿Cómo le vamos a pedir lo mismo a un campesino, pendiente siempre de
si llueve o hace frío, que a un excursionista que va a pasear por un paraje,
con su comida asegurada y con la mente predispuesta para el goce? ¿O a un
carbonero que a un terrateniente?
La creación en general, y la
poética en particular, ha tendido siempre a presentar la naturaleza con
caracteres positivos, como refugio en el que complacerse, como lugar edénico en
el que soñar e imaginar situaciones mejores. La “aldea” gana el partido a la
“corte”. Resulta evidente que las naturalezas no se han codificado en la
literatura del mismo modo según los períodos; así, la naturaleza renacentista
suele ser amable, mientras que la romántica es mucho más agitada y hasta
tenebrosa.
En todo caso, no es lo mismo
presentar los elementos de la naturaleza como autónomos, o como decorativos;
como principales, o como secundarios; como elementos descriptivos, o vivos y
actuando, incluso creando tragedia. Y, lo más importante, no es igual aportar
componentes superficialmente que tratar de situarlos en el nivel de los
símbolos; ni situarlos fuera de la persona que integrarse esta en ellos y
formar un conjunto.
En nuestros días,
fundamentalmente en poesía, los contextos de la creación son urbanos y mucho
menos rurales. Creo que es un error, aunque cada uno está rodeado de lo que
está.
Personalmente no entiendo la
naturaleza aislada del ser humano, ni el ser humano separado de la naturaleza.
Los primeros elementos son los naturales, pero también son los más permanentes.
Cuando yo desaparezca, la montaña seguirá en el mismo sitio, la piedra seguirá
marcando signos de duración y la rosa seguirá exhalando perfume (“Y yo me iré, / y se quedarán los pájaros
cantando).
Por eso sigo invocando la
naturaleza. Para que me hable, para que me interpele, para que me enseñe, para
que me haga pensar, para que ordene mi escala de valores, para que me haga
actuar en un sentido mejor, para…
Por eso existen en mis creaciones
tantos elementos naturales. Pero por eso también aparezco yo a su lado, en
medio, por detrás y por delante. Porque, como todo hijo de vecino, soy
naturaleza y formo parte de ese todo, de esa conciencia general del universo en
la que quiero soñarme y que me sueñen.
1 comentario:
Yo solo te puedo decir Antonio, que he trabajado en oficina, y duramente en el campo, y sólo la brisa del aire compensa.
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