¡¿REALIDAD?!
¿A qué nos estamos refiriendo
cuando utilizamos la palabra realidad? Académicamente, no tenemos mucha
dificultad, pues el diccionario acude en nuestra ayuda: “Existencia real y
efectiva de algo”. “Verdad, lo que
ocurre verdaderamente”. No sé si sucede lo mismo cuando nos paramos a pensar en
la precisión que esto exige.
¿Sería la “realidad” el conjunto
de todo lo que existe? Si así fuera, “realidad” serían hace mil años muchas
galaxias que pueblan el firmamento, aunque nosotros no las conociéramos. Y por
supuesto que existían desde mucho antes. Que su existencia era y es “real” no
merece la pena que se comente. Nos falta el adjetivo “efectiva”. ¿Qué quiere
decir esto? ¿Cuándo se hace “efectiva” la realidad de “algo”? Seguramente
quiere decir cuando produce efectos en nosotros. Pero las galaxias ya producían
efectos en nosotros, aunque fueran desconocidas ellas y desconocidos sus
efectos. ¿Entonces?
La palabra, siempre la debilidad,
la pobreza y la imprecisión de la palabra.
Tal vez debamos partir de dos
realidades distintas, aquella que percibimos a través de los sentidos y de
nuestro poder mental; y la demás, esa otra que nos trasciende y que llega a
nosotros cuando las condiciones lo permiten. Esas condiciones han de
presentarse en el espacio y en el tiempo, los dos conceptos que parece que contienen
todo.
Alguna vez he dejado negro sobre
blanco que el espacio y el tiempo, en realidad, somos nosotros mismos.
Pero si el tiempo y el espacio
somos nosotros mismos, deberíamos ser nosotros los que nos preparáramos para
que, dentro de nosotros se produzcan las condiciones favorables para que la
realidad sea cierta y se incorpore a la nueva dimensión de la realidad.
En el archiconocido mito de la
Caverna, Platón nos enseñaba la existencia de dos realidades, una engañosa y
otra más elevada y cierta, la de la luz. Pero ambas se producían en el ser
humano; la primera en el contexto de la esclavitud mental que produce la
ignorancia; la segunda en el nivel del conocimiento que produce la luz y que
nos convierte en seres superiores e inteligentes. En ambos casos, es el ser
humano el que delimita la existencia de la realidad, sea en su sentido engañoso
o en su sentido duradero o conceptual.
Parece esto suponer que la
realidad es externa al ser humano, que solo sería receptor rudo o refinado de
esa realidad. Pero, aunque así fuera, la realidad solo se hace efectiva en la
percepción del ser humano. Por ello, la contiene y la define.
La realidad es lo que es el ser,
lo que percibe sensitivamente en cada momento y aquello que es capaz de
concebir como realidad mental. Real es, por tanto, el ser humano. Todo lo demás
es acomodo a su capacidad de percepción, esa facultad que modifica cada momento
la extensión y la intensidad de la realidad, que le da forma y que rompe la
linealidad del espacio y del tiempo.
La realidad, ahora mismo, son
estas teclas, es mi ordenador, es lo que abarca mi vista, es el fondo musical
que me acompaña y que llega a mis oídos, y es la concepción que creo del mismo
concepto de realidad. Enseguida será otra la realidad, porque dejaré de teclear
y mis sentidos y mi inteligencia crearán una nueva realidad, siempre flotante,
monte abajo, como lava magmática que fluye sin parar y sin descanso.
Y que no pare, por favor, porque
no sería señal de vida. Y a las misas de entierro nunca fui aficionado. Ea.
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