lunes, 18 de octubre de 2021

!¿REALIDAD?!

  

¡¿REALIDAD?!

¿A qué nos estamos refiriendo cuando utilizamos la palabra realidad? Académicamente, no tenemos mucha dificultad, pues el diccionario acude en nuestra ayuda: “Existencia real y efectiva de algo”.  “Verdad, lo que ocurre verdaderamente”. No sé si sucede lo mismo cuando nos paramos a pensar en la precisión que esto exige.

¿Sería la “realidad” el conjunto de todo lo que existe? Si así fuera, “realidad” serían hace mil años muchas galaxias que pueblan el firmamento, aunque nosotros no las conociéramos. Y por supuesto que existían desde mucho antes. Que su existencia era y es “real” no merece la pena que se comente. Nos falta el adjetivo “efectiva”. ¿Qué quiere decir esto? ¿Cuándo se hace “efectiva” la realidad de “algo”? Seguramente quiere decir cuando produce efectos en nosotros. Pero las galaxias ya producían efectos en nosotros, aunque fueran desconocidas ellas y desconocidos sus efectos. ¿Entonces?

La palabra, siempre la debilidad, la pobreza y la imprecisión de la palabra.

Tal vez debamos partir de dos realidades distintas, aquella que percibimos a través de los sentidos y de nuestro poder mental; y la demás, esa otra que nos trasciende y que llega a nosotros cuando las condiciones lo permiten. Esas condiciones han de presentarse en el espacio y en el tiempo, los dos conceptos que parece que contienen todo.

Alguna vez he dejado negro sobre blanco que el espacio y el tiempo, en realidad, somos nosotros mismos.

Pero si el tiempo y el espacio somos nosotros mismos, deberíamos ser nosotros los que nos preparáramos para que, dentro de nosotros se produzcan las condiciones favorables para que la realidad sea cierta y se incorpore a la nueva dimensión de la realidad.

En el archiconocido mito de la Caverna, Platón nos enseñaba la existencia de dos realidades, una engañosa y otra más elevada y cierta, la de la luz. Pero ambas se producían en el ser humano; la primera en el contexto de la esclavitud mental que produce la ignorancia; la segunda en el nivel del conocimiento que produce la luz y que nos convierte en seres superiores e inteligentes. En ambos casos, es el ser humano el que delimita la existencia de la realidad, sea en su sentido engañoso o en su sentido duradero o conceptual.

Parece esto suponer que la realidad es externa al ser humano, que solo sería receptor rudo o refinado de esa realidad. Pero, aunque así fuera, la realidad solo se hace efectiva en la percepción del ser humano. Por ello, la contiene y la define.

La realidad es lo que es el ser, lo que percibe sensitivamente en cada momento y aquello que es capaz de concebir como realidad mental. Real es, por tanto, el ser humano. Todo lo demás es acomodo a su capacidad de percepción, esa facultad que modifica cada momento la extensión y la intensidad de la realidad, que le da forma y que rompe la linealidad del espacio y del tiempo.

La realidad, ahora mismo, son estas teclas, es mi ordenador, es lo que abarca mi vista, es el fondo musical que me acompaña y que llega a mis oídos, y es la concepción que creo del mismo concepto de realidad. Enseguida será otra la realidad, porque dejaré de teclear y mis sentidos y mi inteligencia crearán una nueva realidad, siempre flotante, monte abajo, como lava magmática que fluye sin parar y sin descanso.

Y que no pare, por favor, porque no sería señal de vida. Y a las misas de entierro nunca fui aficionado. Ea.


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