TRES ERAN, TRES
La
política es una actividad que trata, mediante una ideología, de enfrentar unos
problemas sociales limitados por la economía. Son palabras que cita Daniel Bernabé en su obra La distancia del presente, pg. 287.
Y en la política andamos día a día
y hora a hora. En la más general y en la más particular. Todos. Los
representantes de otros y los que nos representamos a nosotros mismos.
No me parece mala definición y
mucho me gustaría que quienes desempeñan cargos públicos tuvieran en cuenta
alguna definición que sustentara sus actos. Obsérvese que parte de un
instrumento sin el cual nada se sostiene. Es la ideología, un cuerpo de ideas y
de doctrina que ofrece una visión del mundo y de la convivencia. Con ella se
enfrenta la solución menos mala para las dificultades que ofrece la
convivencia, pues no hay posibilidad del ser aislado, solo es tal en comunión
con los demás miembros de la comunidad, cada día más extensa y más
intercomunicada. Y ofrece un límite insoslayable: la economía.
Se podría pensar que faltan
elementos en la ecuación, pero me parece que, si se desarrollaran bien estos,
lo más importante lo tendríamos salvado.
Y si fundamentales son los
elementos, no lo es menos el orden en el que aparecen. Jerarquizar se vuelve,
una vez más, esencial. Sin una carga mental e ideológica sólida y trabada, el
resto es improvisación y esperar a ver cómo amanece el día. Con la visión panorámica,
todo resulta más sólido y trabado. Todo ello para tratar de dar solución a las
dificultades que la convivencia presenta de manera inevitable y llevarla a unos
niveles de convivencia y de bienestar social atractivos para la mayoría. Esa
actividad, en la situación en la que nos encontramos de democracias liberales,
está condicionada de manera absoluta por los poderes y las trabas que impone la
economía. Por eso, el olvido de esa variante como elemento esencial de la política
nos puede hacer desviar los esfuerzos en otras ocupaciones parciales (cuestiones
de género, de lenguaje, de minorías…), que, sin dejar de ser importantes, nos
cambian el foco de atención y desgastan fuerzas, tan necesarias para el
elemento nuclear de la economía y de la igualdad de oportunidades en el
elemento más común para el intercambio y el desarrollo de la actividad vital.
Esta consideración parece perderse
en esas casi 400 páginas del libro, que repasa los hechos más llamativos del
segundo decenio del siglo veintiuno y viene a resultar una catarata incesante
de sucesos desagradables concretados en tramas, corrupciones, enfrentamientos sórdidos
y luchas a cara de perro por el poder. Con el fondo permanente de los poderes
económicos como modelo de convivencia. Porque la economía asoma la patita por
todas las esquinas y permite entender la suma de hechos como componentes de una
cadena que tiene sentido completo con ese elemento de base.
La economía lo explica casi todo, y
regular su fuerza y su distribución termina por ser la clave de lo que ocurre,
de manera aislada y en conjunto.
Por lo demás, dejar que se te
vengan encima tantos hechos que has vivido, pero que ya los tienes un poco
lejos, viene a ser como darte un baño de realidad, de conciencia y de ideología.
Creo que sería higiénico que todos
lo experimentáramos. Después, cada uno decidirá.
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