CUMPLEAÑOS Y SANTOS
Tengo en mi móvil un calendario que cada
día me recuerda que es el cumpleaños de alguna persona; de las que quiero
felicitar y de otras muchas cuyo aniversario no me produce ninguna sensación
especial. Y es que los móviles son los almacenes de casi todo, también de parte
de nuestra memoria. Tanto nos han cambiado y tanto hemos cambiado con ellos.
Nos empujan, nos detienen, nos recuerdan. Le damos a un on y es como si a un animal le gritáramos «arre» para que se ponga
a andar; le trasladamos un off y es
como si al animal de mandáramos «sooo» para que se detenga. En realidad, nos
hemos convertido en algo así como en arrieros de la informática.
Pero no era esto lo que yo quería hoy
glosar. Me sirve la anécdota para pensar en los cumpleaños y en la otra
celebración general: el santo. El cumpleaños y el santo.
El primero es lineal, el segundo es
circular. La metáfora geométrica indica que el cumpleaños se produce y se
completa en sí mismo, sigue la línea recta del tiempo; el santo vuelve al punto
de partida, se reproduce y se recuerda cada vez que da la vuelta el calendario.
Uno solo cumple veinte años (a pesar de que dicen que veinte años no es nada) una
sola vez, pues la próxima serán ya veintiuno. El santo se repite y siempre
vuelve al mismo sitio, a la misma advocación, al mismo recuerdo. Uno se llama
Roque, por ejemplo, y cada mediados de agosto lo tiene a la puerta como el
pasado año y con los mismos ropajes. El cumpleaños viste connotaciones
distintas según la edad, mientras que el santo es más neutro. El santo, claro,
es más religioso; el cumpleaños es más civil.
Como la risa va por barrios, las
celebraciones también. Hace no muchos decenios, se celebraban las onomásticas,
los santos, con más rumbosidad; ahora parece que andan un poco olvidados. ¿Será
asunto de las influencias religiosas? Pues seguramente, aunque la causalidad es
siempre múltiple.
Claro que no estaría de más arrimarle
como causa esa extraña moda de ponerles a muchos niños nombres sacados de
cualquier parte: Kevin, Joanna, Olmo, Pino, Josua… A ver qué Cristo es capaz de
ponerse en el calendario con estas pancartas. Es que no hay manera. Tenemos el
santoral ya a rebosar, que últimamente los canonizan a cientos. Algunos tenemos
santos en el santoral para dar y tomar, y podemos celebrar el santo casi
cunando queramos. Y así no hay forma de que quepan más.
Pues sea como sea, esto no es más que un
indicio de reflexión y un poco de ironía. Cada cual puede llamarse como le
venga en gana. Hasta ahí ya habíamos llegado. De todos modos, los padres podían pensárselo dos veces antes de
dejar medio estigmatizados a los pobres niños para toda la vida.
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