miércoles, 30 de marzo de 2022

CUMPLEAÑOS Y SANTOS

CUMPLEAÑOS Y SANTOS

       Tengo en mi móvil un calendario que cada día me recuerda que es el cumpleaños de alguna persona; de las que quiero felicitar y de otras muchas cuyo aniversario no me produce ninguna sensación especial. Y es que los móviles son los almacenes de casi todo, también de parte de nuestra memoria. Tanto nos han cambiado y tanto hemos cambiado con ellos. Nos empujan, nos detienen, nos recuerdan. Le damos a un on y es como si a un animal le gritáramos «arre» para que se ponga a andar; le trasladamos un off y es como si al animal de mandáramos «sooo» para que se detenga. En realidad, nos hemos convertido en algo así como en arrieros de la informática.

       Pero no era esto lo que yo quería hoy glosar. Me sirve la anécdota para pensar en los cumpleaños y en la otra celebración general: el santo. El cumpleaños y el santo.

       El primero es lineal, el segundo es circular. La metáfora geométrica indica que el cumpleaños se produce y se completa en sí mismo, sigue la línea recta del tiempo; el santo vuelve al punto de partida, se reproduce y se recuerda cada vez que da la vuelta el calendario. Uno solo cumple veinte años (a pesar de que dicen que veinte años no es nada) una sola vez, pues la próxima serán ya veintiuno. El santo se repite y siempre vuelve al mismo sitio, a la misma advocación, al mismo recuerdo. Uno se llama Roque, por ejemplo, y cada mediados de agosto lo tiene a la puerta como el pasado año y con los mismos ropajes. El cumpleaños viste connotaciones distintas según la edad, mientras que el santo es más neutro. El santo, claro, es más religioso; el cumpleaños es más civil.

       Como la risa va por barrios, las celebraciones también. Hace no muchos decenios, se celebraban las onomásticas, los santos, con más rumbosidad; ahora parece que andan un poco olvidados. ¿Será asunto de las influencias religiosas? Pues seguramente, aunque la causalidad es siempre múltiple.

       Claro que no estaría de más arrimarle como causa esa extraña moda de ponerles a muchos niños nombres sacados de cualquier parte: Kevin, Joanna, Olmo, Pino, Josua… A ver qué Cristo es capaz de ponerse en el calendario con estas pancartas. Es que no hay manera. Tenemos el santoral ya a rebosar, que últimamente los canonizan a cientos. Algunos tenemos santos en el santoral para dar y tomar, y podemos celebrar el santo casi cunando queramos. Y así no hay forma de que quepan más.

       Pues sea como sea, esto no es más que un indicio de reflexión y un poco de ironía. Cada cual puede llamarse como le venga en gana. Hasta ahí ya habíamos llegado. De todos modos, los padres podían pensárselo dos veces antes de dejar medio estigmatizados a los pobres niños para toda la vida.

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