Me entero a través de la Gaceta -manda narices que tenga que ser por medio de este panfleto- de que se deja de ofertar el Grado de Ingeniería Textil en la ciudad de Béjar. No es nada más que un adelanto de lo que se nos puede venir encima en los próximos tiempos: juzgados, cuartel de la guardia civil… En esta desbandada de servicios sociales que se produce cada semana, todo puede suceder. Parece cada vez más claro que nos han preparado mentalmente para que nos puedan mandar el diluvio universal después y para que, encima, nosotros lo acojamos como la salvación de nuestra sed agotadora. Así de desgraciadas son las cosas y así se puede manipular. Lo mismo, por cierto, que se puede manipular en la dirección opuesta, es decir, pidiendo peras al olmo y construyendo castillos en el aire y autopistas en el desierto o aeropuertos en el yermo desolado.
El asunto de nuestra Escuela, o Facultad o lo que se quiera, es más delicado de lo que parece. Y mucho más en concreto la especialidad Textil. Lo más simple, sencillo y… demagógico es pedir su continuidad sin más. ¿A quién le puede apetecer que eliminen de su ciudad un servicio social como ese? ¡Y encima académico y cultural! Pero es que ni todo el monte es orégano ni es oro todo lo que reluce.
Será bueno que argumentemos y que lo hagamos con bases reales; que defendamos lo que queremos, pero que lo hagamos con criterio y no a base de impulsos. Ni son suficientes unas escasas líneas ni soy quien tiene más datos y conocimientos para exponerlos. Pero algunos sí que poseo, y procuro enterarme de lo que se dice por ahí, sobre todo de lo que dice la gente que actúa con la razón y con el conocimiento.
Y los datos son demoledores. Repasar el número de alumnado en los últimos años en esta especialidad nos deja en nuestras puertas el desierto; establecer la relación medios-resultados nos asusta; analizar la interacción de nuestros titulados y de nuestros profesores con el entorno técnico textil nos deja con las vergüenzas al aire; argumentar con el hecho de que es el único centro que puede ofrecer las enseñanzas en español, pensando en posibles Erasmus, no es más que un futurible que casi provoca la risa: ya me dirán de dónde van a venir si no tenemos alumnos nativos. Y así podríamos considerar muchas otras variables.
Es verdad que no se pueden tirar por la borda las variables de la historia textil, de la fabricación continuada de esos productos y…, bueno, que cada cual añada lo que quiera.
No sé si lo vamos a tener sencillo con los datos en la mesa. De hecho, cualquier informe técnico apunta en nuestra contra. ¿Podríamos imaginar un levantamiento social de toda la población de Béjar? Pues imaginémosla. Flaco favor íbamos a hacer a la razón y al sentido común. Obsérvese que lo íbamos a hacer para defender, según los datos de los últimos decenios, para mantener unas cuantas plazas académicas y unas escasísimas matrículas. Escaso bagaje ese.
Tengo la impresión de que, en el fondo, fallamos, como casi siempre, en el planteamiento de las cosas. Si fiamos todo, o casi todo, al impulso de las personas o a las exigencias de las colectividades que no ven más allá de sus narices y que se mueven por el resorte del egoísmo, entonces pasan estas cosas y todo está justificado: un levantamiento, una protesta general, un huelga de no sé qué tipo… Todo. Si nuestro sistema fuera el de distribuir los servicios sociales con el criterio de la equidad y repartiendo para todos según las necesidades y pensando en la comunidad en conjunto, entonces tal vez no se nos caerían los anillos cuando tuviéramos que renunciar a determinados servicios. Ni nos arrugaríamos, claro, a la hora de exigir, con todas las fuerzas, las mismas prestaciones que se les conceden a los demás. Entonces sí que estaría justificada cualquier acción de protesta. ¿Dónde está, por ejemplo, un proyecto técnico que analice el futuro y apunte a claves de desarrollo regional y a necesidades sociales de este tipo de productos no en esta pequeña ciudad sino en toda España y más en concreto en esta deteriorada región occidental? Porque, si pensáramos en clave social y comunitaria, tal vez la rentabilidad habría que presentarla de otra manera menos inmediata y de apetencias personales y de mercados. Pero para ello, claro, hay que creer en los valores sociales y desconfiar de los egoísmos de los mercados y de eso que llaman arteramente liberalismo. A ver quién puede creer a los que dicen defender esos libres mercados y a la vez exigen lo imposible, desde esos parámetros, cuando les toca perder. Es como cuando reniegan de las subvenciones públicas pero se apuntan los primeros y se llevan las más pingües. Para morirse de la risa.
Pero para ello, claro, hay que poseer conciencia social y un poquito menos de egoísmo, pensar y actuar con la convicción de que todas las personas tienen los mismos derechos y las mismas obligaciones, con independencia de dónde vivan… Y que para mantener nuestros puestos sociales no estamos dispuestos a dar un sí imbécil a cualquier opinión instintiva y egoísta. Y que incluso estamos dispuestos a perder elecciones si hace falta.
Hay mucho que educar por esos mundos de dios. Mientras tanto, hala, a luchar por las cositas más próximas y desde nuestras apetencias. Y los más fuerte muriéndose de risa porque seguirán siendo, es este sistema de egoísmos personales, los que van a seguir ganando sus batallas.
Me dan muchas ganas de terminar con aquel grito de guerra de “En Béjar, por Béjar y para Béjar”, pero la ciudad como conjunto se merece mucho más que eso y más bien parece bandera de otros ejércitos.
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