Como sigo pensando que la inversión en educación es la mejor para cualquier comunidad y puesto que me he pasado mi vida entera en ese oficio y me considero un ser privilegiado por haber contribuido a mejorar un poquito ese mundo, cualquier noticia que haga referencia a ello me llama la atención y provoca mi pensamiento. Me gustaría que le sucediera lo mismo a cualquier ciudadano, pero cada uno responde de lo que puede, sabe o quiere. Allá cada cual.
El ministro correspondiente, Ignacio Wert, jugando en campo propio (la FAES) y seguramente expresando sencillamente lo que cree, se ha despachado, una vez más, con ideas que me dejan perplejo:
“La selectividad no funciona porque la pasan el 94% de los alumnos”. Defiende las evaluaciones “externas y nacionales”. “El sistema educativo se ha deslizado hacia la mediocridad”. Critica duramente la “educación comprensiva” porque aspira a que no produzca segregación". "Al final la forma de no segregar es no medir y las consecuencias de no medir es que no existen aspiraciones de rendimiento". Decir que tenemos actualmente "la generación mejor preparada de la historia" en España "es una bobada, siendo verdad" porque lo importante no es estar más formados que nuestros antepasados sino "tan preparados como la mayor parte de con quienes tendrán que competir, para encontrar un puesto de trabajo".
Ahí está todo un resumen de una ideología radical de derechas en la que no solo prima el vencedor sino que todo está orientado para favorecerlo. Por si alguien no se ha enterado, o no ha querido enterarse, lo que importa no es la educación sino la formación y el expediente brillante; a lo que se aspira es a ser el triunfador sin mirar todo el reguero de fracasados que queda por el camino; lo que se contabiliza no es el bienestar de la comunidad sino el ascenso del purasangre en los exámenes; lo que se ve en el horizonte es únicamente el que se cuela en la selección…
A un periodista, por ejemplo, lo único que le tiene que interesar es la fórmula perfecta para quitarle el puesto al de al lado. Ese será su éxito y la sociedad de lobos se lo premiará con un buen sueldo y una mejor posición. Poco importa que sus intereses estén en la cuenta de resultados y no en la verdad, en el morbo y no en la información serena y ajustada. Cualquiera puede poner cara a este ejemplo en nuestro país y en las consecuencias que está trayendo en la opinión pública y en la convivencia.
Con esta escala de valores, al alumno solo se le enseña a competir, a saltar la valla del examen y a olvidarse de ella en cuanto la ha saltado, a confundir educación con información, a potenciar la insolidaridad, a vivir cada día de manera más incívica, a desentenderse de cualquier situación negativa incluso cuando le afecta directamente, a destejer todo el entramado social que no tenga que ver con el dinero y con las cuentas de resultados, a deshumanizarnos a todos y a convertirnos en predadores de los demás y hasta de nosotros mismos. Exactamente esta jibarización, esta reducción de todo a términos económicos, es lo que se está produciendo en los últimos tiempos, como si el ser humano no tuviera otras dimensiones que cultivar en las que gozar y sentirse un poco menos limitado. Lo que ahora se predica para la educación (más bien para la mala información) es algo estudiado con precisión por Marx, quien ya señaló cómo al ser humano se le convertía en una unidad económica y como tal era tratada. Todo se está cumpliendo con exactitud; quizás no en el tiempo pensado por él pero con exactitud. Pero, claro, dónde vas a parar, estas son teorías de otros tiempos y solo las sacan a pasear hombres trasnochados. Claro.
Me gustaría saber qué opinaría este señorón de ministro si tuviera, por ejemplo, un hijo con deficiencias de algún tipo. Que lo deje “caer”. Total, no es competitivo. De ahí a eliminar becas, a aumentar ratios, a bajar sueldos, a desprestigiar socialmente a la gente de la educación, a empobrecer mental y económicamente a la sociedad, a favorecer la enseñanza privada frente a la pública, a defender que no todos somos iguales, a…, no hay más que un paso. Que nadie se extrañe si se va dando. A veces piensa uno que la bota del primer pie ya está en el aire y avanzando.
Siempre me he preguntado quién habrá estorbado a todo este personal, si es que alguna vez ha impartido clase, para que exigiera a sus alumnos todo lo que quisiera y algo más, quién les habrá impedido intensificar sus clases de tal manera que los alumnos salieran de ellas agotados por el esfuerzo y por no haber perdido ni un minuto de tiempo. Acaso muchos de estos que bravuconean y que todo lo fían al resultado de los exámenes han dejado por el camino y por los pasillos muchos esfuerzos personales que tendrían que haberlos agotado en su empeño por hacer de sus alumnos personas críticas y solidarias. Pero es que, como no hacen otra cosa que denostar la “enseñanza comprensiva”, pues hala, a aprender fórmulas, nombres y datos, que poco importa para qué sirvan, cómo se encadenan, qué rendimiento tienen en la vida y cómo afectan a la convivencia.
Quizás es que atisben que una persona crítica es más protestona y no admite cualquier resolución ni cualquier injusticia. Y eso es más difícil de controlar. Vaya por dios.
Recordaré en dos palabras mi resumen: El alumno que, en el sistema educativo, vaya solo a aprobar corre el peligro claro de suspender; el alumno que vaya a aprender corre dos peligros: el primero es el de obtener una buena nota; el segundo es el de aprender y formarse como persona. Allá cada cual.
Posdata: Para arreglar en un momento la selectividad le propongo al señorón del ministro simplemente que decrete el pase únicamente del 1% de los presentados. A los demás los echamos a los leones; o, si no se enteran, tal vez sirvan para jabón.
1 comentario:
Este blog es bastante conservador.
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