martes, 31 de julio de 2012

UNA FÁBULA FABULOSA


Mi infancia no fue cortada con el patrón de los cuentos ni de los libros. Sí lo fue más con el de los juegos, con el de la calle, con el de la naturaleza, con el de los ríos y los montes colgados del cielo. Hay muchas razones que lo explican y no quiero entenderlo como algo ni negativo ni positivo. Fue así y ya está. En la primera adolescencia llegaron los libros de vidas ejemplares, aquellas que me empezaron a meter en la cabeza la existencia de otras formas de vida un poco distintas a las más mostrencas y diarias. Y solo después, en plena adolescencia, la creación literaria y todo su desarrollo posterior.
Me sigue gustando volver a escuchar canciones infantiles en mi estancia solitaria veraniega. En ellas, tal vez, añoro lo que no viví entonces pero que representa un mundo al que he vuelto imaginativamente tantas veces, en imágenes, en pensamiento, en prosa y en verso. Seguramente la niñez es el territorio de la felicidad. Seguramente.
En estas canciones todo se vuelve fantástico, casi ninguna historia se atreve a terminar mal y el bien se impone sin excepción sobre el mal. En el fondo no hay más que una huida de la vida de aristas y de altibajos en la que nos movemos siempre, y mucho más en estos tiempos.
Con mi nieta de fondo, me embarco en el barco de la imaginación y me dejo llevar sin remar por las olas de la fantasía. En ellas me duermo y descanso, y en ellas deseo, también para ella, mejores tiempos y un espacio de paz y de solidaridad, de menos egoísmo y de más optimismo.
“Los cochinitos ya están en la cama; muchos besitos les dio su mamá, y calentitos, todos, en pijama, dentro de un rato los tres roncarán… “. “A mi burro, a mi burro, le duele la garganta y el médico le ha dado una bufanda blanca…”. “La mona Jacinta se ha puesto una cinta; se peina, se peina y quiere ser reina. Ay, no te rías de sus monerías…”.
Y así se me van los ratos, huyendo de la consciencia y soñando con otras realidades más positivas. Y deseando que ella también las comparta conmigo.
Pero no siempre lasa canciones son tan placenteras; a veces se convierten en fábulas que nos enseñan lo más crudo de la vida y que nos dejan con el pensamiento en el terreno de la crítica. A veces yo mismo me recuerdo algunas fábulas que me resumen mucho de lo que veo cada día y cada hora a mi alrededor. Hoy me topé con la vieja fábula de Fedro, aquella del león en la que el rey de los animales interpretaba la realidad a su manera, partiendo y repartiendo pero quedándose siempre con la mejor parte, en este caso incluso con la parte menos buena:
Ego priman tollo, nominor quia leo;
Secundam quia sum fortis tribuetis mihi;
Tum quia plus valeo, me sequetur tertia,
Malo adficietur, si quis quartam tetigerit.
Proudhon hacía una traducción adaptada a la economía muy sugerente. Entiéndase que el león ahora es el jefazo de una gran compañía de inversiones, por ejemplo, que se nombra a la vez empresario, trabajador, capitalista y propietario. Aunque no dé un palo al agua y solo dedique esfuerzos a dar garrotazos a los mercados y a las economías de los demás:
“Como empresario tomo la primera parte;
Como trabajador me apropio de la segunda;
Como capitalista me corresponde la tercera;
Como propietario todo es mío.”
Esto es saber traducir con criterio de futuro; o más bien con criterio de eternidad. Por desgracia.

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