Una costumbre arraigada en bastantes lugares de España consistía en la representación de lDon Juan Tenorio, de Zorrilla, coincidiendo con las fiestas de principios de noviembre. Parece que en Béjar se intenta recuperar dicha tradición. Al menos así lo parece con la lectura dramatizada de algunos fragmentos de esta obra que se ha realizado en Bizarte. Quería haber ido y, al final, me quedé en casa.
Me pregunto por qué ha tenido tanto éxito popular, y no menos en ambientes culturales especializados, este personaje. Para nuestra cultura, bien podemos decir que es uno de los escasos tipos que nuestra literatura ha exportado a las otras literaturas del mundo. En el pequeño lote incluiríamos a don Quijote, a la vieja Celestina, al Barroco como manifestación, y no mucho más.
En realidad, el personaje, creado con entidad por Tirso y ahijado por Zorrilla más tarde, viene a ser como un rebelde contra todo lo habido y por haber, contra las leyes humanas y divinas, contra las imposiciones sociales y contra todo lo que se mueva y se deje disparar.
El morbo por conocer a este rebelde está servido desde el principio pues se ofrece como camino y muestra para cualquier ser que quiera enfrentarse a las imposiciones y aspire a considerarse como sujeto y objeto de su propia vida. Hasta ahí las consecuencias pueden ser sencillamente admirables y profundísimas.
Pero, con la misma fuerza de la lógica, uno podría esperar un uso razonable de esa ruptura de normas y de obediencias, uno querría encontrar una causa noble a la que servir después de haber roto todas las amarras con las servidumbres tradicionales. Y aquí tal vez el personaje no hile demasiado fino. O sí, quién sabe, porque el éxito parece darle la razón. El caso es que toda la energía la pone al servicio de su propia causa, de sus propios intereses inmediatos, de alcanzar el éxito en los lances amorosos a costa de lo que sea. Y ese lo que sea es siempre la degradación de la mujer, la sumisión absoluta de esta a los caprichos del macho alfa de la manada. Hasta el punto de que, en cuanto se ha producido la conquista, se produce el desprecio o simplemente el olvido. Y la mujer hasta parece entenderlo todo y buscar alguna justificación de lo acontecido. De hecho, los asuntos de honor y su recuperación son ya ocupaciones de sus familiares y no del personaje femenino mancillado por el conquistador.
Por resumir en escasa líneas, no queda precisamente bien parada la figura de la mujer al lado de este rey de las conquistas de usar y tirar.
Me pregunto si en nuestros días sigue en pie esta figura en la frecuencia y en el éxito. Y prefiero no responderme.
1 comentario:
Creo que al comienzo del segundo párrafo el "pregunto" va sin tilde.
Un amable saludo.
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