SOY VOLUNTAD, ¿Y TÚ?
Se desploman los bloques de
granito
desde las atalayas de los cerros
y en el estruendo gritan y se
agrietan
hasta quedar en bloques más
pequeños.
Responden a otras fuerzas que los
llaman
a obedecer las leyes con justeza:
autómatas que incuban voluntades
sin conciencia trabada de las
mismas:
lo exterior es incierto e
impreciso.
Los girasoles vuelven su cabeza
altiva hacia la luz y hacia los
soles;
son ellos los que marcan la
respuesta
a un impulso llegado de muy lejos
que acucia torpemente su
conciencia.
Responden al estímulo y avivan
la voluntad que en su interior
habita:
la voluntad de vida se ha sentido
respuesta organizada ante el
estímulo.
Un ser humano, bípedo e implume,
camina cabizbajo por la acera;
ha contemplado el mundo y ha
pensado.
Su voluntad primaria se ha
elevado
hasta el grado mayor, y a su
servicio
vive el entendimiento,
cual servidor paciente y abnegado
del empuje incansable de la
voluntad.
Al final silencioso del paseo,
se marcha hacia un jardín de
girasoles
bordeado de paredes de granito,
corta una planta y a pensar se
sienta
sobre la lentitud esquiva de la
piedra;
abraza en su sentir las
voluntades
y quiere que el sol gire en la
montaña,
que las piedras desciendan hasta el valle
a observar cómo van los girasoles
en busca de la luz y cómo el
hombre
es voluntad también,
cual otro girasol, como otra
piedra,
con ansias de vivir
sencillamente.
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