Hablar sobre puentes implica
muchas variables: cronología, estilos arquitectónicos, vías de comunicación,
separación de lugares, estructuras económicas, espacios que se unen, avances
tecnológicos…
He asistido hoy a una conferencia
pronunciada por Nacho Díaz Elcuaz que versaba sobre los puentes en Béjar. Ha
sido un repaso cronológico, ágil y preciso, de la gran cantidad de puentes que
han servido para saltar el río Cuerpo de Hombre a lo largo de su curso y de
otras vaguadas que complicaban las comunicaciones entre la ciudad y el resto
del territorio.
El repaso cronológico da buena
muestra de las variantes que la Historia ha ido demandando a los ciudadanos de
estos lugares. Desde el Puente de la Malena (¿romano?) hasta el último de la
autovía reciente, pasando por otros muchos, sobre todo del siglo diecinueve,
siglo de desarrollo industrial.
Me interesan de los puentes sobre
todo las implicaciones que tiene su construcción: la economía, el estilo, las
zonas que pone en contacto, las industrias que impulsan, la facilitación de
comunicaciones, el cambio en la geografía… Todo aquello que afecta al común de
los ciudadanos, mucho más que lo que tenga que ver con un estilo arquitectónico
o con el ingeniero que los ideó.
Béjar, como cualquiera otra
comarca de sus características, está llena de puentes, unos olvidados o
perdidos, otros en uso y alguno más en constante expansión. Representan un
tributo necesario al río que se desploma desde lo alto de la sierra buscando la
llanura y el mar.
Además de su descripción,
necesitan una vuelta en la imaginación para comprender todo lo que implican y
todas las connotaciones que sugieren. Y para no quedarse solo en la anécdota de
la localización y de la foto nostálgica. Tal vez necesiten de alguna evocación
poética también.
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