lunes, 10 de julio de 2017

¿CÓMO HEMOS HECHO ESTO?


Hace tan solo un par de días oía a un gran director de teatro español la confesión de que, en realidad, no creía en la democracia. Seguro que lo que afirmaba era que no creía en esta democracia en la que vivimos. Al hombre le tocó mucho esfuerzo y sufrió muchos disgustos en su lucha generacional contra la dictadura. En estos momentos creo que se hacía eco de aquellas otras palabras: “no era esto, no era esto”.
Toda consideración tiene sus grados y tal vez convenga no derramarse en llantos; pero parece que hay muchas razones para el pesimismo, o al menos para cierto rebote.
Me quedo con la idea general que ahorra mancharse las manos con las hojas del rábano y me asiento en la consideración de que las generaciones más jóvenes viven instaladas en una perspectiva más oscura que la de mi generación. Lo diré de otra manera: ¿Cómo es posible que la generación de mis hijos viva peor que la mía? Su preparación es mejor, los medios que proporcionan la ciencia y la técnica son infinitamente más poderosos y todo debería conducir a una situación más favorable y optimista.
Veamos. En nuestra comunidad de ciudadanos, nadie adquiere realmente la condición de tal si no lo hace en las variables de ciudadano político (capacidad de elegir y de ser elegido), ciudadano civil (poseedor de los derechos fundamentales: reunión, expresión, circulación…), y ciudadano social y económico (poseedor de condiciones económicas mínimas para vivir con dignidad en su comunidad). Sin alcanzar las tres, todo es rebaja, engaño y falsedad. Y, además, esas condiciones han de cumplirse en la realidad y en la práctica, no solo en la teoría (democracia teórica o democracia real, libertad teórica o libertad real).
Pues a buscar su cumplimiento por ahí, por nuestro alrededor. ¿Se cumple en la práctica la igualdad a la hora de presentarse a la representación pública? ¿Y todo eso del dopaje político y de las financiaciones irregulares a los partidos? ¿Y lo del uso de los medios de comunicación? ¿Lo de libre circulación o reunión es libertad turística o es obligación de perderse por el mundo en busca de alguna puerta abierta con contrato precario incluido? ¿Hay condiciones mínimas de supervivencia económica para todos? Dicho de otra manera: ¿los más jóvenes pueden construirse un proyecto vital sin trabajo, con contratos temporales y con despidos prácticamente libres? ¿Cuántas consecuencias económicas y, sobre todo, emocionales se derivan de estas verdades como puños? ¿Tenemos que levantar mucho la vista para señalar casos concretos?
Tengo mala conciencia por no haber contribuido con más fuerza al menos a la denuncia de algo tan terrible. Se extrañarán de esto los más jóvenes, nos lo echarán en cara y acaso renieguen en parte de nosotros. He dicho muchas veces -hoy lo repito- que la mayor pobreza en los últimos años no procede de la precariedad y de los recortes, sino de la nueva conciencia de individualismo y de egoísmo que estos viejos principios liberales han inoculado en nosotros, también en los más necesitados, que se convierten así en esclavos agradecidos y que aplauden al sistema que les pisa el cuello y que no les deja respirar tranquilamente.

Hay siempre una esperanza, la de la educación en la conciencia, y esa está en los más jóvenes, sobre todo en aquellos que aspiran no a reproducir el mismo sistema con ellos en lugar de privilegio, sino en los que desean cambiar las normas para que no se repita el mismo cataclismo. A ellos apelo y a todos pido perdón por mi desidia.

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