¿Cuándo soy yo y cuándo soy el otro que siempre va conmigo?
Me viene a molestar con gran frecuencia, a decirme aquí estoy y soy el mismo,
con careta distinta. Entonces yo, el primero, el más antiguo (¿el más
antiguo?), me miro y me remiro, me tomo un vaso grande de conciencia…, y le
digo al segundo: Ya no sé si atenderte o mandarte al olvido. Pero luego me
digo: Ni puedo ni quiero desprenderme de esa sombra que siempre va a mi lado y
que, por más que lo intente, no llego a alcanzar nunca, ni siquiera en esos
momentos en los que el tiempo me niega su existencia y el espacio no encuentra
ni acomodo. Decido al fin que tengo compañía y que debo acogerla con ánimo y
contento.
Otras veces es mi segundo yo el que actúa de primero y este
se siente en la misma tesitura.
Decidí hace mucho tiempo aceptar una identidad ambivalente.
Fue entonces cuando aprendí tan bien las sumas, las
multiplicaciones, los gozos y las sombras y la tabla del dos.
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