lunes, 24 de julio de 2017

MÚSICA, MAESTRO


Me gusta sumergirme en el silencio; en él todo se anula y se confunde con el gozoso arrullo del olvido. Una noche serena, un bosque umbrío, la sordina de una tarde en la sombra…, la soledad buscada, la soledad querida.
Pero hay algo en lo hondo que me llama, que murmura y se expande como niebla que viene de la nube, y cala y cala y hace suyo todo el espacio oscuro. La soledad sonora, el eco de algún eco, un sencillo vagido… Y el eco se abre paso y se detiene para formar sonidos de armonía.
Es agua de una fuente que mana y se prodiga mansamente, un río que se remansa en la llanura, una gota de lluvia, es el sonido del viento cualquier tarde de otoño o el canto de aquel pájaro que vuela y se recrea, es el ruido del trueno y el choque de dos cuerpos o dos manos que se unen y se dan la bienvenida… El milagro sin cuento del sonido. La profanación misteriosa del silencio que anuncia con sus sones que palpita la vida en todas partes.
Si el sonido se une en armonía, aparece el milagro de la música, la invitación feliz a la liturgia de un mundo más sublime y esencial. Fue otro excelso momento aquel en el que el ser humano fue consciente de la suma armoniosa del sonido, aquel instante único en que sintió en sus poros la alegría inexcusable de la complacencia.
Aquellos pensadores pitagóricos ya nos dejaron dicho que la música mostraba con sus notas la mejor expresión del universo. Música y matemáticas, matemáticas y música. Qué armonioso binomio. Después, mucho más tarde, aquella luz tan clara del invidente Salinas al que evoca fray Luis: “El alma se serena / y viste de hermosura y luz no usada, / Salinas, cuando suena / la música extremada / por vuestra sabia mano gobernada. // A cuyo son divino, / el alma, que en olvido está sumida /torna a cobrar el tino / y memoria perdida / de su origen primera esclarecida”. O el recuerdo profundo del oxímoron en voz de Juan de Yepes: “…la música callada, la soledad sonora, / el aire que recrea y enamora..”
Cuántas formas sonoras por el mundo, todas formando parte de la inmensa sinfonía que es al fin la conciencia feliz del universo. Lenguaje universal, voz acordada, fusión de grito y fe, de dolor y alegría, altavoz de la risa, esencia más oculta de las cosas.

Quiero soñar la música y el viento, vivir los dulces ecos del misterio, dejarme entre los brazos de la música, profanar con sus notas el silencio…, y perderme, perderme y no encontrarme si no es formando parte de ese concierto único de todo el universo.

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