Tengo mis ojos prestos para dar vida al mundo, para marcarle hitos,
para saber que existe, para entender que mis ojos son el mundo y el mundo son mis
ojos.
Qué día tan hermoso aquel en el que se alzaron a la vida y olieron
el abismo y crearon las distancias y se sintieron dueños de todo el horizonte. Los
colores, todas las dimensiones, las luces, la ceguera, el embudo celeste por el
que todo cae y se aquilata, el recuerdo del agua entre sus lágrimas, la
añoranza del mar, cuna inmortal e indefinida de la que poco a poco se alejaron,
su figura de pez semidormido, como sirena que en el mar se hunde y nada y se
recrea enseñando su luz y escondiéndose luego en sus honduras… Todo lo que a
mis ojos les da forma.
Están hoy ya cansados, con algo de telilla que los vela, como
capa de niebla después de una tormenta, con el suelo mojado y oloroso; se
esconden algo tímidos detrás de los cristales de mis gafas, no sé si
acobardados porque no están contentos de lo que el mundo entrega a las pupilas.
Necesito reformas y pasar la ITV. Pero tengo temores porque los quiero tanto…
Aunque sé que no es cierto ese color tan gris ni tan oscuro.
Con ellos configuro lo que quiero, aquello que me ata con más placer al mundo y
a las cosas. Hasta ellos acuden las cosas, las personas que tal vez me
necesitan para mirar al mundo en color rosa. Porque mis ojos ven pero son
vistos por las claras pupilas de otros ojos. Y con ese intercambio creamos siempre
el mundo, imaginamos todo, damos cuerpo al concepto, ponemos luz y rostro a lo
que hasta aquel rato solo era tacto, oído, sabor, idea, proyecto.
Mis ojos son resumen de todos los sentidos, final satisfactorio
de todos los proyectos, espejo y contrameta, visión multiplicada del mundo y
sus miradas. Mis ojos son el miedo cuando miran el miedo y lo concretan, son el
dolor y el canto, son la mujer y el niño, son las otras miradas, que me miran y
pueden dejarme sin mirada, son la ausencia que vuelve con sus colores sepia o
con sus trajes de tela de arco iris.
Hay días en los que el mundo solo sonríe y canta las mejores
canciones, y hay noches en que el sueño se viste de dolor y de asechanzas, de
pesimismo y muerte, de temores… Y sé que no es el mundo, son mis ojos, los ojos
con que miro, los ojos que me miran, que resuelven el tacto y el oído, que
huelen y que beben tragándose la vida, llevándome a los ojos lo que mis ojos
ven, lo que mis ojos cantan. Mis ojos, nuestros ojos, los ojos de los seres que
más quiero, el milagro de ver y de ser visto con ojos que me quieren y que
conmigo ven también el mundo.
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