A VECES
A
veces se suceden pertinaces
los
hechos más sencillos de la vida
con
el grave cansancio de la repetición.
Entonces,
los pasillos certifican
que
se va almacenando la rutina.
En
tales situaciones, es preciso
abrir
bien las ventanas,
dejar
pasar el aire de la calle
que
trae el frescor sabroso de la lluvia.
Y,
cuando haya pasado la tormenta,
volver
por los pasillos a la sala,
ya
tranquila y dispuesta
a celebrar
tal vez
que
no haya tantos huecos
que
separen silencios y miradas.
Luego,
después, mañana, en otro trance…,
el
tiempo propondrá sus condiciones.
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