ATHOS, DONDE EL CIELO Y EL SUELO SON LO
MISMO
(Para
Jesús Majada y Antonio Merino, que compartieron
conmigo
el camino y la Odisea de Athos)
Se
cierran los paréntesis guardando
lo
que en ellos pervive del pasado,
de
los días más próximos, del pálpito
que
se posa en los hábitos del tiempo.
Todo
el Mediterráneo y sus olores
allí
donde la vista mira a Asia
y
el Bósforo se acuna en un abrazo
de
tierra y mar, de sal y de mezquitas.
Después,
volar la Grecia de los dioses
y
entrar con los espíritus en Athos,
y
vislumbrar la génesis del tiempo
dormido
entre sus viejos monasterios.
¿Qué
espíritu se encierra en estos montes?
¿Cuál
es la fuerza que atesora el cielo
para
atrapar las vidas de los monjes
rezando
sonsonetes milenarios?
¿Acaso
es este el sitio del Olimpo
donde
jugaba Zeus el juego de los dioses?
¿Tal
vez anduvo Ulises su Camino
rondando
las sirenas de estos mares?
¿Se
oye en la vertical de las laderas
el
eco de filósofos y sabios?
Mi
corazón no entiende las razones
que
pueblan la ilusión y dan motivos
para
esa interminable melopea
de
cielo y suelo en comunión perfecta.
Aquella
Macedonia de Filipo,
o Estagira,
con ecos de Aristóteles
jugando
a hacer el mundo más sencillo,
marcaron
mi camino de ida y vuelta.
Y
los cielos cerraron el paréntesis
tras
pasos de amistad y de cansancio,
para
enseñarme que la vida sigue
sumando
sueños y restando tiempos.
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