lunes, 30 de septiembre de 2019

LEY



Cualquiera que haya buceado en las filosofías (he escrito filosofías, no religiones) se habrá topado con todas aquellas teorías -y no son pocas- que vienen a determinar que, ante las desavenencias entre los seres humanos, estos necesitan acudir a un tercero para someterse a su dictamen. De ahí proceden las redacciones de todos los códigos positivos y racionales. Es algo que puede parecer muy solemne, pero que termina obedeciendo al abecé de la razón y de la convivencia. Por ello terminan por imponerse los Estados en los que hay tres poderes para concretar esos códigos. Es la separación de poderes y es el Estado democrático. Siento un poco de pudor y hasta de vergüenza por tener que señalar esto, pero es que da la impresión de que hay mucha gente pública que no lo entiende.
Se nos vienen encima unos meses tempestuosos y convendría que tuviéramos algún esquema claro y preciso para que nos oriente en nuestras actuaciones.
Con razones diversas y con sinrazones múltiples, nos vemos avocados a nuevas elecciones, y cada formación política echará su cuarto a espadas en insultos, descalificaciones (a las pruebas me remito)… y a alguna proposición para los años posteriores.
Me gustaría equivocarme en mis vaticinios, pero a veces casi creo que dirijo el oráculo de Delfos, que, por cierto, visitaré en pocos días. A ver si me aclara el futuro y no se muestra ambiguo, como hacía casi siempre. Predije y predigo que buena parte de la campaña se nos irá en el asunto de Cataluña. Y se nos irá con proclamas emocionales más que con aportaciones racionales, o sea, con aquellas proclamas que, por tales, no pueden entrar en el código ni civil ni penal. Y así, los intercambios serán nulos y los recados los recibirán oídos sordos y crecerá el calor del ambiente y tendremos un otoño “caliente”, también en lo político, y el globo puede buscar escape por algún sitio hasta producir un reventón.
Conviene recordar que, por encima de cualquier ilusión, están las leyes que nos hemos dado y que encauzan nuestras diferencias y dirimen nuestros conflictos. El camino menos pedregoso es el de aplicar las leyes como referente común, hacerlo con justicia y generosidad, modificarlas sin complejos en aquello que no nos satisfagan y hacerlo ordenadamente, con energía y sin aspavientos. Las leyes tienen que estar hechas para satisfacer al ser humano, no el ser humano para las leyes; pero el ser humano sin leyes no es tal, y menos viviendo en comunidad.
No hace falta ser muy perspicaz para entender que estoy mirando a la geografía española en toda su extensión y a todas las fuerzas centrifugadoras que parecen vivir en el mundo de la magia, de la ilusión y del entusiasmo. Con todo el derecho del mundo, por supuesto, pero con la obligación del referente legal siempre. Y lo mismo para los encargados de hacer cumplir esas leyes del código: es su misión principal e incurrirían en delito evidente si no lo hicieran.
En fin, que miro el futuro meteorológico y veo resplandecer el sol y me llegan los colores de la paleta en arco iris de estas laderas donde vivo. Miro el futuro social y político y veo nubarrones, tormentas y hasta pedrisco.
Me voy por unos días a las tierras que primero pensaron eso de la convivencia en democracia y visitaré el oráculo de Delfos por si me quiere y puede aclarar algo. Ojalá que sea positivo.

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