Después de varios días por el interior de Grecia, bordeando
costas, visitando conjuntos arqueológicos y dejándonos llenar de elementos mitológicos,
heroicos y religiosos, llegaba la hora de volver al Atenas, de cerrar allí
círculo con el territorio de la razón, de la filosofía, de la literatura, de la
política. Volvíamos a la metrópoli.
Grecia es un país montañoso y muy expuesto a los movimientos
sísmicos. Ahora dejábamos atrás la cadena montañosa de Pindo y los paisajes del
monte Olimpo (con sus dioses dormidos para siempre o enfrascados en esas
guerras interminables por un quítame allá esas pajas) y surcábamos las llanuras
del centro de Grecia, camino del mar y de Atenas. El día se presentaba lluvioso
y el cansancio ya hacía mella entre los viajeros. Buen momento para dormir un
rato, al amparo de la lluvia y de la comodidad de la autovía que enlaza el sur
con el norte y con el este del país. Pero aún más productiva podía resultar la
contemplación de la geografía por la que transitábamos. Eso hice durante mucho
rato, a la vez que evocaba la Tesalia, al noreste, con Tesalónica en el
recuerdo, su acogida y los viajes a Athos.
Pronto trabé conversación con nuestra guía, que me fue
contando algunos datos de su pasado y de su presente, de la situación de muchos
griegos de clase media, que subsistían, después de una crisis larga y profunda,
con los ahorros de los años anteriores. Cansados y hasta desesperados de la
situación política, el país había dado un giro en las últimas elecciones y
andaban a la expectativa de futuro. El cambio se había producido, me decía, más
por rechazo que por ilusión y convencimiento. A la conversación vinieron hechos
personales y detalles de comparación de lenguas, de enseñanza de las mismas y
de comparación de los dos países.
Tras un largo rato de charla y con la reparación del sueño de
los pasajeros cumplida, las explicaciones acerca de diversos aspectos
(religiosos, económicos, sociales, de costumbres…) se abrieron paso en el
micrófono del autocar. No se le veía demasiado interés a Angélica en hablar públicamente
de asuntos siempre opinables y que la pudieran comprometer con las opiniones de
los pasajeros. A pesar de todo, hubo tiempo suficiente para glosar algunos
aspectos y para que todos los que quisieron escuchar conocieran algunas notas
de la forma de vida en la Grecia de nuestros días. En términos generales, no
era demasiado positiva la descripción que se hizo, tal vez porque la realidad
no daba tampoco para más. Se la notaba especialmente recelosa con la Comunidad
Europea y con aquel llamado rescate económico.
Entre sueños, explicaciones y conversaciones, la autopista nos
fue acercando a la ciudad. Primero al tráfico y más tarde al mar (¡Zálata,
Zálata!) y a las edificaciones. El día se apagaba, pero se encendían las luces
de la noche, con sus faroles guiñando a toda velocidad y todo un mar de
bombillas en el horizonte. Así, con la lentitud y el tráfago de coches, nos
engulló la ciudad de Atenas y nos depositó en las puertas de hotel, aquel que
habíamos dejado para ir al encuentro de la antigüedad y de la prehistoria, de
los mitos y de los dioses. Ahora volvíamos a la civilización, a la historia, a la razón, a la línea del tiempo que
nos arañaba y que nos llamaba por nuestro nombre.
Aún nos quedaron fuerzas para recorrer en un paseo tranquilo
algunas calles del barrio con el fin de tantear el pulso de Atenas. A pesar de la
muy fuerte crisis sufrida en los últimos años, la ciudad se mostraba alegre y
bulliciosa, con sus terrazas llenas y sus escaparates repletos de modas. No se
podía decir lo mismo del aspecto de sus aceras y de sus calles. En fin, una
ciudad mediterránea, que no puede vivir demasiado de puertas para adentro y que
sale a las calles a gozar y a desparramar la vida entre sus habitantes y a
compartirla con la naturaleza, cuyos brotes invaden las calles para disfrute de
todos.
Pero Atenas guarda los recuerdos de todo el esplendor de la
civilización griega. La visita por los lugares más emblemáticos y evocadores es
imprescindible. Nos esperaba y la aguardábamos para las horas siguientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario