EMÉRITO
Una de
las etimologías que mejor juego da es la del nombre de la ciudad de Mérida, Emérita Augusta. La he utilizado muchas
veces en mis clases. Es esta una ciudad creada para los eméritos, esos soldados
y oficiales del ejército romano que habían cumplido sus servicios y se quedaban
a vivir en ciertos territorios. La evolución normal de Mérida nos habría dado
*Mierda, con perdón para los emeritenses, o *mierdenses. Más modernamente, se
aplica el calificativo a algunos profesores y jueces que han cumplido la edad
de jubilación y, sin embargo, siguen en su actividad durante algún año más.
Pero el
emérito de los eméritos, sobre todo estos días, es el rey Juan Carlos I, que,
mira por dónde, decide marcharse de España, provisionalmente
y como servicio a la corona y a su hijo, el rey Felipe VI. Pues estamos apañados.
Qué
figura tan extraña esa de rey emérito. ¿Acaso sigue ejerciendo?
A mí
todo este barullo me ha pillado en despedida de mis nietos y no me ha levantado
ni un ligero sarpullido. Sé que se trata de un hecho muy importante en la vida
pública; pero lo es porque así lo queremos y porque, una vez más, nos dejamos
llevar por la escala de valores que se imponen desde la opinión publicada. Por
tanto, solo algunas precisiones indiciarias.
1. Sean cuales sean las condiciones en las que se
desarrolle un reinado, el asunto de la monarquía no tiene un solo pase
intelectual y ningún sentido su permanencia en el s XXI.
2. En el caso que nos ocupa, parece evidente que
se juzga a una persona, no a una institución. Conviene separar ambas cosas.
Pero la base teórica sigue ahí y a nadie se le puede ocultar que lo conocido
azuza un poco más la crítica al sistema monárquico.
3. Este rey emérito cosió bastantes rotos en el
período de la transición. Olvidarse de ello no es justo. Tal vez había que
hacer de la necesidad virtud. Aunque una cosa no debe ocultar las otras.
4. Esto de las inmunidades solo tenía que servir
para los virus y para las pandemias.
5. El contexto actual (economía, sanidad…) no sé
si es el más propicio para animar una discusión de cambio de régimen. No obstante,
cuando se haga, debe formularse sin aspavientos por ninguna parte, solo con
argumentos serenos y sin descalificaciones generales tan al uso entre los de un
extremo y los del otro: con esas formas se pierde cualquier fuerza
argumentativa y se alienta lo contrario de lo que se quiere conseguir.
6. No está tan claro que el final judicial sea el
de culpabilidad para el emérito. La justicia dirá y a ella hay que atenerse,
pero la imagen andaba y ya estará siempre por los suelos.
7. ¿Cuándo el final de un proceso nos llevará a
ver la devolución del dinero que se esfumó por las alcantarillas? ¿Lo veremos
en esta ocasión?
8. Más allá del caso concreto, ¿hacen falta más
ejemplos aún para tener la certeza de que la prolongación durante mucho tiempo
en un cargo cualquiera tiende a promover la corrupción? Aplíquese el principio
a todo cargo, no solo a la monarquía.
9. Cuando esto se produce por herencia, el peligro
se duplica, por lo menos.
10. El filósofo griego Platón defendía la monarquía
como la forma de estado ideal. Han pasado 2500 años y ha llovido mucho desde
entonces. Algún error le tendremos que perdonar. Bien es verdad que los demás sistemas
tampoco apuntan al paraíso. Así que a defender con serenidad lo que cada cual
considere oportuno. Con serenidad y sin desprecios ni insultos, que en todos
los sitios cuecen habas.
Y que le vaya bien al emérito, como a todo el
mundo (aunque se vaya a la palabra de la etimología), que una cosa no quita la
otra. Pues eso.
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