LA BOLSA O LA VIDA
Si
alguien me asaltara y me pusiera un cuchillo al cuello, obligándome a elegir
entre la bolsa o la vida, no dudaría ni un momento en entregarle hasta el
último céntimo que tuviera en el bolsillo.
Esta
elección, aunque no de manera tan drástica, se nos presenta a todos cada día de
nuestras vidas. A veces de manera personal y a veces de manera comunitaria. Una
prueba del nueve en el nivel comunitario la tenemos en este momento, con la
dichosa pandemia, que nos obliga a restringir actividades de producción
económica y que mantiene en discusión a los que exigen una mayor libertad
individual con los que consideran prioritaria la salud porque sin ella no se
puede pensar en la economía. En términos generales, estoy con los que priman la
salud, siempre que esté acompañada de un reparto solidario de los recursos,
también con aquellos que más ven restringida su actividad. No sé si los que
ahora piden libertad de actuación estarían dispuestos a un reparto de
beneficios para la comunidad si no se sintieran directamente afectados; de
hecho, deberían hacerlo, pues son los primeros que acuden a las ayudas
comunitarias cuando estas se ofrecen. Esto no encaja con sus teorías liberales.
También yo debería entender que es más fácil teorizar que dar trigo. En fin…
Acaso
estemos ante un dilema un poco falso. Sin bolsa no hay vida, pero sin vida es
imposible que se recupere ni un punto la bolsa. Así que, por favor, prioricemos
y miremos con altura. Compartamos la vida y repartamos la bolsa como mal menor
y como proyecto de futuro esperanzador para todos.
Pero la
misma disyuntiva se nos presenta en forma individual. ¿Cuánta energía vital
gastamos para ganar la bolsa? Trabajo, ahorros, proyectos, lujos, relaciones…
Se nos van los esfuerzos y las horas de cada jornada en mantener unos niveles
que nos agotan y que nos impiden dedicarnos a nosotros mismos esa energía que
tendría que servirnos para la satisfacción personal y de los más allegados.
¿Qué parte horaria de cada día reservamos para la actividad que realmente nos guste?
¿Qué horarios y prisas favorecen este tiempo libre? Trabajar para llegar
cansados al sillón y dejarse llevar por lo que se nos propone, sin ningún
ejercicio de crítica y de reflexión porque tal vez el cansancio o la comodidad
nos lo impiden, no es precisamente dar prioridad a la vida sino a la bolsa.
Y con la
búsqueda de la bolsa se nos va la vida. Pero se nos va sin que pongamos apenas
mano en el timón y le demos de vez en cuando una vuelta para pensar si el rumbo
es el adecuado o el que consideramos más seguro. Y todo ello adobado con
horarios extensos, con prisas, con precariedad, son sueldos por los suelos, con
colas de paro demasiado alargadas, con sistemas en los que hay que ganar la
clientela o el puesto porque, si no, se los llevará otro de la competencia, con
zozobra por el futuro, con…
Parece
claro que hay que armonizar esto de la bolsa y de la vida para que ambas se
complementen y se den la mano. Pero es evidente que el orden sí altera en este
caso el producto. Y el orden es el de la vida y después la bolsa. Siempre con
reparto solidario de los mendrugos que queden en el fardel y con los rebojos
que se mantengan duros en cualquier sitio. Si no, los que no huelen el pan se
rebelarán y pondrán la vida a la misma altura que la bolsa. Y darán pie a que
los que tienen la bolsa llena se reafirmen en mantenerla para que sus vidas se
aseguren así más y mejor.
Solemos
utilizar la expresión “ganarse la vida” para el esfuerzo laboral con el que
conseguir los medios de alimentación y de subsistencia necesarios. Hay otra
manera de entender esta expresión. Ganarse la vida tendría que ser también
conseguir tiempo libre para cada uno; tiempo en el que pensar en uno mismo y
decidir el rumbo que se quiere dar a la vida. A la vida individual y a la
comunitaria. Ganarse la vida para ganar vida.
Que ni
queremos ser ladrones ni asaltar a nadie, sino todo lo contrario: tenemos que
enseñar a todos puñales de amor y de confianza, de solidaridad y de
comprensión. En nuestras cestas caben la bolsa y la vida, la vida y la bolsa. Y
ganarse la vida es alcanzar niveles de libertad personal y de dedicación a uno
mismo. Para poder hacerse una vida más plena y entregársela así a los demás.
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