martes, 4 de agosto de 2020

LA BOLSA O LA VIDA

LA BOLSA O LA VIDA

Si alguien me asaltara y me pusiera un cuchillo al cuello, obligándome a elegir entre la bolsa o la vida, no dudaría ni un momento en entregarle hasta el último céntimo que tuviera en el bolsillo.

Esta elección, aunque no de manera tan drástica, se nos presenta a todos cada día de nuestras vidas. A veces de manera personal y a veces de manera comunitaria. Una prueba del nueve en el nivel comunitario la tenemos en este momento, con la dichosa pandemia, que nos obliga a restringir actividades de producción económica y que mantiene en discusión a los que exigen una mayor libertad individual con los que consideran prioritaria la salud porque sin ella no se puede pensar en la economía. En términos generales, estoy con los que priman la salud, siempre que esté acompañada de un reparto solidario de los recursos, también con aquellos que más ven restringida su actividad. No sé si los que ahora piden libertad de actuación estarían dispuestos a un reparto de beneficios para la comunidad si no se sintieran directamente afectados; de hecho, deberían hacerlo, pues son los primeros que acuden a las ayudas comunitarias cuando estas se ofrecen. Esto no encaja con sus teorías liberales. También yo debería entender que es más fácil teorizar que dar trigo. En fin…

Acaso estemos ante un dilema un poco falso. Sin bolsa no hay vida, pero sin vida es imposible que se recupere ni un punto la bolsa. Así que, por favor, prioricemos y miremos con altura. Compartamos la vida y repartamos la bolsa como mal menor y como proyecto de futuro esperanzador para todos.

Pero la misma disyuntiva se nos presenta en forma individual. ¿Cuánta energía vital gastamos para ganar la bolsa? Trabajo, ahorros, proyectos, lujos, relaciones… Se nos van los esfuerzos y las horas de cada jornada en mantener unos niveles que nos agotan y que nos impiden dedicarnos a nosotros mismos esa energía que tendría que servirnos para la satisfacción personal y de los más allegados. ¿Qué parte horaria de cada día reservamos para la actividad que realmente nos guste? ¿Qué horarios y prisas favorecen este tiempo libre? Trabajar para llegar cansados al sillón y dejarse llevar por lo que se nos propone, sin ningún ejercicio de crítica y de reflexión porque tal vez el cansancio o la comodidad nos lo impiden, no es precisamente dar prioridad a la vida sino a la bolsa.

Y con la búsqueda de la bolsa se nos va la vida. Pero se nos va sin que pongamos apenas mano en el timón y le demos de vez en cuando una vuelta para pensar si el rumbo es el adecuado o el que consideramos más seguro. Y todo ello adobado con horarios extensos, con prisas, con precariedad, son sueldos por los suelos, con colas de paro demasiado alargadas, con sistemas en los que hay que ganar la clientela o el puesto porque, si no, se los llevará otro de la competencia, con zozobra por el futuro, con…

Parece claro que hay que armonizar esto de la bolsa y de la vida para que ambas se complementen y se den la mano. Pero es evidente que el orden sí altera en este caso el producto. Y el orden es el de la vida y después la bolsa. Siempre con reparto solidario de los mendrugos que queden en el fardel y con los rebojos que se mantengan duros en cualquier sitio. Si no, los que no huelen el pan se rebelarán y pondrán la vida a la misma altura que la bolsa. Y darán pie a que los que tienen la bolsa llena se reafirmen en mantenerla para que sus vidas se aseguren así más y mejor.

Solemos utilizar la expresión “ganarse la vida” para el esfuerzo laboral con el que conseguir los medios de alimentación y de subsistencia necesarios. Hay otra manera de entender esta expresión. Ganarse la vida tendría que ser también conseguir tiempo libre para cada uno; tiempo en el que pensar en uno mismo y decidir el rumbo que se quiere dar a la vida. A la vida individual y a la comunitaria. Ganarse la vida para ganar vida.

Que ni queremos ser ladrones ni asaltar a nadie, sino todo lo contrario: tenemos que enseñar a todos puñales de amor y de confianza, de solidaridad y de comprensión. En nuestras cestas caben la bolsa y la vida, la vida y la bolsa. Y ganarse la vida es alcanzar niveles de libertad personal y de dedicación a uno mismo. Para poder hacerse una vida más plena y entregársela así a los demás.


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