lunes, 3 de agosto de 2020

UN MAPA DE AFECTOS

 

UN MAPA DE AFECTOS  (Para mi nieto Rubén)

“Abuelo, os voy a echar mucho de menos”. Estas palabras, literalmente, me las dijo mi nieto Rubén un rato antes de marcharse. No había mediado conversación anterior y me las soltó así, de sopetón. Después de darle un achuchón fuerte, tuve que apartarme a un rincón, para rumiar mis sentimientos yo solo y no hacer demasiado visibles mis emociones húmedas. Rubén es un niño de cinco años (pronto cumplirá seis), con toda la ingenuidad de un niño, con toda la espontaneidad de un niño y con todos los caprichos de un niño.

Esto que, para mí, es una categoría, puede parecer para los demás una anécdota, pero muestra claramente cómo se dibuja de verdad un mapa de afectos, de esos que permanecen cuando toda luz parece que se te apaga y que te mantienen con la esperanza de que no todo estará perdido nunca.

Pienso en la cantidad de veces que se repite este pequeño milagro del afecto, sobre todo en esta época en la que terminan unas vacaciones y comienzan otras, en un mundo globalizado en el que los movimientos se producen sin cesar y la geografía familiar se expande por motivos laborales.

En mi caso, la separación es siempre temporal, pues la distancia que nos separa no es demasiada y siempre estoy dispuesto a ponerme manos al volante para pasar unos ratos con él y con los demás familiares. Aun así, estaría dispuesto a dar media vida por tenerlos a mi lado. Pero no siempre es así, por desgracia, y hay familias que se despiden por largas temporadas. Efectos de la globalización y de eso que llaman el progreso.

Yo que, repito, procuro repetir visitas todo lo que puedo, lo paso mal cada vez que me separo de mis familiares, aunque sea por poco tiempo. Es que sigo pensando que me puede la idea general de que, antes que nada, quiero querer y que me quieran. No encuentro valor más alto ni satisfactorio. Por eso me agarro a la vela mayor de mi familia como lugar seguro. En el fondo, tal vez no sea otra cosa que una muestra de egoísmo y de defensa personal ante todo lo que de desconfianza hay por eso mundos y en sus escalas de valores.

Después de unos días de vacaciones en los que todo ha sido para mis nietos y para mi familia, la rutina me vuelve a situar en el día a día de la costumbre. Aún queda mucho por hacer en estos meses de calor y de precauciones (también el hecho de vernos de vez en cuando). Pero la vela de los afectos quiero que siga en todo lo alto y que guíe mi travesía con rumbo seguro; porque, si ella me guía, no me importa cuál sea el puerto hacia el que se dirija: siempre me sentiré al amparo de otras manos y de otros afectos que marquen un mapa fiable. Incluso en los momentos de tormenta, que serán los menos en esta embarcación de los afectos.

Y así lo deseo para todo el mundo, para todos los que encuentren en los suyos el remanso seguro en el que diluir cualquier contratiempo o mal entendido. Esta sí que sería una pandemia positiva y agradable.

Así que, Rubén, yo sí que te voy a echar de menos (como seguro que les sucederá a otros abuelos con sus nietos). Pero, ánimo, que viajaremos juntos, a pesar de la distancia, por los mundos del amor y del cariño.

Te quiero mucho más que mucho.


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