viernes, 21 de agosto de 2020

...PORQUE EL MUNDO ME HA HECHO ASÍ

 

 

 ....PORQUE EL MUNDO ME HA HECHO ASÍ

Así rezaban unas palabras incluidas en una canción que, hace ya muchos años, puso de moda Jeanette, una cantante que enseñó a cantar a casi todos los célebres solistas actuales con una voz de nariz que, en cualquier conservatorio, se trata de evitar, pero que parece que es condición indispensable para que se pueda grabar una canción y ser escuchada. Que me perdone Jeanette, pues, por otra parte, a mí me gustaban sus letras más que las de muchos otros colegas suyos.

La canción venía a expresar la queja por el hecho de que la sociedad no hacía caso ni escuchaba las protestas de una imaginaria joven cualquiera. Vaya por Dios.

Esta es la anécdota, claro. Lo que nos importa es la categoría.

En los años de entusiasmo juvenil, existe la tendencia a echar toda la culpa de lo que sucede a los demás; como si el individuo estuviera exento y liberado de obligaciones personales. Después el tiempo pasa, que es lo que siempre pasa, y las responsabilidades se van compartiendo hasta implicar al individuo un poco más en el proceso, sin olvidar tal vez la influencia que en él sigue ejerciendo el contexto de la comunidad.

No es asunto baladí, pues se trata y se considera desde todos los niveles: el sociológico, el político, el filosófico…

¿En qué medida soy hijo del contexto? ¿Yo soy yo y mis circunstancias? ¿Yo soy mis circunstancias únicamente? ¿Qué parte de responsabilidad me tengo que atribuir a mí mismo en mis actos y cuánta a los demás? ¿Qué esfuerzo tengo que prestar en controlarme y modificarme a mí mismo, y cuánto al cambio de las comunidades y estructuras en las que desarrollo mi vida? Todo un programa de pensamiento, de opinión y de actividad diaria.

Pero no podemos eludirlo porque en ello nos va el día a día y cada una de nuestras acciones.

Negar responsabilidades individuales es tanto como anularnos y diluirnos en un conjunto indefinido. Parece algo propio de irresponsables y hasta de cobardes. Cerrar los ojos ante todo lo que eso que se llama las superestructuras o contextos sociales en los que nos movemos nos impone es lo mismo que declararnos ciegos e imbéciles. ¿Dónde el límite y el tanto por ciento? ¿Cuánto esfuerzo a lo primero y cuánto a lo segundo? ¿Soy rebelde porque el mundo me ha hecho así o porque mi falta de rebeldía personal no me hace cambiarme a mí mismo ni al mundo en el que vivo?

Pienso ahora mismo en grupos sociales juveniles, que se muestran rebeldes a las imposiciones sociales que nos trae la pandemia, por ejemplo. ¿Son rebeldes porque el mundo los ha hecho así, o por egoísmo, irresponsabilidad y pereza mental? ¿O acaso son sencillamente gilipollas? Y así con todos y todos los días.

Por si acaso, seguía la canción con estas palabras; porque nadie me ha tratado con amor,
porque nadie me ha querido nunca oír. Pues que al menos por esto no sea. De unos para otros y de otros para unos.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Parece que la rebeldía es algo intrínseco de la juventud y que implica el no cumplimiento de las normas pero también me parece rebeldía alzar la voz e impulsar a otras voces para disentir de actuaciones irresponsables, podemos seguir siendo rebeldes cuando no estemos de acuerdo con ciertos comportamientos que van en detrimento de la sociedad que vivimos ¡Alcemos la voz!